Josefa Tolrà. Imagina Art |
Hace unos días, una amiga me habló de Josefa Tolrà, una
mujer que vivió en el Maresme entre 1880 y 1959. La vida de Tolrà y, sobre
todo, sus obras, son un reflejo de las capacidades ocultas que algunas personas
desarrollan tras vivir hechos dramáticos que las marcan profundamente. En su
caso, dos de sus tres hijos murieron: uno durante la Guerra Civil y el otro en
un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Fue en esa época,
cuando rondaba los cincuenta años, que se le revelaron sus facultades
pictóricas y literarias.
Pronto adquirió fama, ya que, al parecer, también tenía el
don de la sanación. Sus obras interesaron a Antoni Tàpies y Joan Brossa,
quienes la visitaban con frecuencia. Además, personas relevantes de la época se
sentían atraídas por esta mujer que creaba al dictado de “seres de luz”, esos entes
invisibles que la guiaban. Sin apenas formación, escribía textos en español con
notable corrección, algo inusual para una mujer tan humilde y sin instrucción
escolar. Sus pinturas y parte de sus escritos se conservan actualmente en el
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el MACBA y en colecciones privadas.
Si alguien siente curiosidad por conocer a esta artista
mediúmnica, Pilar Bonet es la principal especialista en la vida y obra de
Josefa Tolrà. Ha dedicado más de dos décadas a su estudio, conversando con
familiares, investigando sus cuadernos y comisariando exposiciones sobre la
médium. Su libro más relevante es "Josefa Tolrà. Mèdium i artista"
(Associació Josefa Tolrà, 2020), la primera monografía exhaustiva sobre Tolrà,
que recoge tanto su biografía como un análisis detallado de su producción
artística.
Otro caso más cercano en el tiempo es el de la médium
Rosemary Brown (1916-2001). Esta mujer, que apenas había cursado tres años de
piano y carecía de otra formación musical, asombró con sus composiciones
improvisadas o dictadas en partitura, que Brown escribía con total soltura.
Compositores y expertos como Leonard Bernstein o el musicólogo Érico Bomfim no
dudaron de su genialidad, difícil de explicar. En los años sesenta y setenta,
se hizo famosa en el Reino Unido por esta capacidad insólita en alguien con tan
limitada formación musical. Rosemary era cocinera en un colegio hasta que ganó
notoriedad y se dedicó a exhibir sus dotes. Contaba que, a los siete años, se
le apareció Franz Liszt para prometerle que algún día le dictaría su música, y
así fue. Chopin, Bach, Beethoven, Rachmaninov y su preferido, Liszt, le
dictaban composiciones que Rosemary escribía y ejecutaba con seguridad y
precisión. Este don también se le manifestó tras la muerte de su madre y de su
marido. Sus apariciones en la BBC asombraban a expertos musicales por la
rapidez y fidelidad estilística de la música dictada por el autor invisible que
guiaba sus manos.
Las explicaciones sobre personas que apelan a espíritus para justificar capacidades sobrevenidas suelen tomarse como una broma por quienes están convencidos de que no existe otra realidad que la material. Sin embargo, entre la multitud de farsantes y embaucadores que viven del engaño espiritual, existen personas que, sin llegar al caso de Tolrà o Brown, poseen conocimientos asombrosos que parecen ir más allá del mundo que conocemos. Ojalá en el futuro alguien nos explique cómo podemos, los no mediúmnicos, despertar capacidades dormidas. En el caso optimista de poseerlas.