jueves, 22 de julio de 2010

Jaque mate


-Anda, tonto, ven conmigo al parque.
-No, déjame, antes he de resolver esta maldita partida. 
Sobre la mesa de tijera, un periódico doblado por la página de pasatiempos mostraba un tablero de ajedrez con la partida celebrada en 1984, en Cienfuegos,  entre los maestros internacionales Tatai y Lebredo  en una posición muy comprometida para el cubano, tanto que no pudo impedir la entrada victoriosa de la dama blanca. 

-Deja ya el jueguecito y ven, es un  ultimátum. Mira qué tarde más preciosa  y huele a hierba; podríamos tomar un frankfurt en el chiringuito que hay en la entrada del parque y luego ir a tomar una copa al Virtudes

-Que no. No insistas, además ahora hace frío  y luego echan una película en la tele basada en una novela de Clancy. 

Ella se mordió el labio antes de dar media vuelta y coger el bolso en el que metió las llaves de casa, y el  móvil.  Desde la puerta se despidió con una alegre ¡hasta ahora!      
La dama blanca aspiró con placer y con los ojos entrecerrados, el aire fresco y húmedo que subía desde el puerto. Podía ir a ciegas hasta el parque, que estaba a una distancia  de cien  metros del edificio donde compartía su vida con el jugador de ajedrez. A medio camino, frente a un  paso cebra  se echó de bruces  contra el asfalto, con cuidado para no hacerse daño y  a pocos centímetros de un Audi  A3 que circulaba con gran lentitud porque el conductor era  vecino de un pueblo  de Castellón, aunque esta circunstancia no justificaba  los 10 km por hora. El conductor frenó, se le secó la boca y salió del coche con las piernas tan temblorosas que apenas le sostenían.           
 En  un estado de total laxitud, excepto el brazo derecho que apretaba el bolso contra su pecho, escuchó con atención la conversación precipitada y tartamudeante del conductor que intentaba convencer a varios transeúntes de su inocencia.   
-Que se   ha echado encima,  que ni la he tocado, mire.. vamos.. si es que debe ser una loca, una drogada, está el mundo imposible....  No hay derecho...yo iba tan tranquilo...un día que se me ocurre venir a Barcelona...mecachis.
-Hay que llamar a la guardia urbana y a los de emergencias médicas.
La dama blanca  entreabrió un poco el párpado de su ojo izquierdo para ver quién  daba las órdenes. Era un hombre negro, lo tenía visto por el barrio. Mientras acudía más gente con ánimo de pasar un rato entretenido, intentó  ubicar al líder de la reunión, a estas alturas tumultuosa,  cuando la sirena de una ambulancia  acalló las conversaciones. ¡Ya está! Se le encendió la bombilla: es el  propietario del  chiringuito del parque, ése donde hacía un rato propuso tomar un frankfurt.  Un enfermero y una doctora le tomaron el pulso y la tensión. 
-¿Qué hacemos? No hay nada anormal. 
-Pues a urgencias, solo falta que la palme y nos echen la culpa, ya sería  para hacerse el Mata-Hari. 
-Querrás decir el Hara-Kiri- corrigió el enfermero que hacía poco había visto El puente sobre el rio Kwai 
-Lo que tú digas.   
Abrió los ojos la dama blanca y sonrió a los sanitarios, con  trémula y falsa voz  susurró: 
 -Estoy bien, sólo un poco mareada, llamen a mi marido aquí -señaló con el dedo el nombre de la agenda de su teléfono móvil- él se hará cargo de todo. 















              



   

jueves, 8 de julio de 2010

Versos


 Miguel Hernández y Josefina en Jaén, 1937.


Desde la fila once, lateral y asiento par, Isona echó una foto del escenario vacío, luego miró al cielo, un puntito brillante asomaba detrás de la nube rota que tenía forma de pera conference.

Sólo quien ama vuela.
Pero ¿quién ama tanto que sea como el pájaro más leve y fugitivo?    
   
-¡Qué bueno es el tío! Ahora viene:  Amar... Pero  ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?  

Isona cruzó las piernas  sin dejar de abanicarse y lo hizo con tanta furia que dos varillas del abanico fueron a parar al suelo.
-¡Quién pudiera volver atrás en el tiempo y correr delante de los grises!

Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

El nostálgico apretó el sudoroso y rollizo brazo contra el omóplato descarnado de Isona, al poco rato  juntó su pierna peluda, desnuda de rodilla para abajo, en el muslo de ella, eufórico por los versos cantados y el contacto con piel de mujer. Le propuso  una cita para aquella misma noche.
Un ser ardiente, claro de deseos, alado  
quiso ascender, tener libertad por nido.
          
-Yo a ti  te conozco, te he visto antes ¿tú estuviste en la manifestación de Amnistía Llibertat i Estatut de Autonomía? ¿A que sí? A mí no se me olvida jamás una cara. ¿Damos juntos un paseo cuando acabe el recital?

El movimiento del abanico parecía el aleteo de una mosca hambrienta y rabiosa, a punto de posarse sobre  un apetitoso despojo. Con un movimiento rápido y efectivo, Isona asestó un golpe de abanico cerrado  en la tripa de su pretendiente. 
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.

Ay! -El hombre restregó su mano sobre la camiseta negra, a la altura de lugar donde había recibido el golpe, las lágrimas le anegaban los ojos y aunque le resbalaban por la mejilla mal afeitada, no quiso limpiarlas, hacía tanto tiempo que no lloraba que se sintió poseído por una emoción cálida y acogedora que deseaba saborear. El llanto benéfico no solo le mojaba las perneras de los pantalones  bermudas sino que le procuraba tal  alivio que se sentía volar, como si su  espíritu  se hubiera separado, por fin, del cuerpo. Isona y el resto de público de la grada  le chistaron para que enmudeciera, pero él no podía escucharles, arrebatado  por  la emoción.  Lloraba  mientras repetía:  gracias, gracias ¡qué Dios te bendiga!  yo sólo necesito amor  y tú me has dado  un poquito esta noche. Así continuó varios minutos hasta que dos guardias le sacaron en volandas del teatro, en la zona de los camerinos comprobaron que no tenía entrada  y que era un mendigo, de esos que viven en Montjuïc cuando llega el buen tiempo.