À bout de Souffle J.L Godard, 1960 |
Nunca había deseado tanto que acabara este verano. Y estoy segura de que miles, por no decir millones, celebran el fin de la calor, en femenino, la calor parece más tórrida y bochornosa. Fin de la queja, después de varios meses de no tocar el blog, hoy escribo reconfortada por la perspectiva de que mañana se inicia mi estación favorita. Retomo el blog, aunque lo hago sin olvidar las desagradables palabras de una amiga que la semana pasada me dijo: ¡Ah, pero tienes un blog!¡Qué rancia eres!
Desde luego, el blog ha pasado de moda y quienes aún lo mantenemos con vida, la mayoría renegamos el tuiteo y la exhibición diaria de nuestras andanzas y cursiladas en otros recursos digitales. Le tengo cariño a este espacio, es como un viejo diario al que le quedan algunas páginas en blanco y en las que, muy de vez en cuando, anotamos al estilo proustiano: esta mañana he visto al tío Ramón en la calle Caspe, está muy desmejorado desde que le abandonó su última amante, la señora Ermelinda.
Y luego está el maledicente comentario de mi primo Salvio: jamás leo blogs, todo lo que se escribe en ellos me parece un déjá lu. He de darle la razón porque incluso a mí, tan compulsiva con la lectura, me parece que las novelas que leo ultimamente son un déjà lu. Por ejemplo, este verano he leído una que empieza bastante bien, con asesinato en la primera página, pero que no pude acabar porque me anticipaba al desarrollo de la trama antes de llegar al capítulo correspondiente, de manera que me aburrí y acabé abandonándola en una vieja cabina telefónica de la que solo queda el armazón.
Creo que sacaré la rebequita del armario y daré un paseo otoñal por el bosque, buenas tardes.