Cuando suceden hechos inesperados, los que obligan a cambiar nuestras rutinas
y tuercen planes y previsiones, la vida deja de ser un
sobrentendido. No sabemos qué pasará
mañana, lo cierto es que nunca sabemos que ocurrirá al día siguiente, pero el
paso de los días sin alteración,
provoca la ilusión de que
gobernamos en nuestro tiempo. Hasta que
ocurre un hecho fortuito y todo se va al garete, la agenda queda
convertida en un cuaderno de ejercicios que carece de otro sentido que no sea
el sentimental.
Estos días de epidemia en China, recuento de contagiados,
enfermos y muertos, de cuarentenas de
país militarizado, de vídeos que muestran un paisaje de pesadilla
enmascarada, me pregunto cuánto de verdad hay en todo lo que nos enseñan. Y si llega hasta aquí con semejante virulencia,
¿cómo reaccionaremos?