Página del Manuscrito Voynich |
Hoy, a las 12 de la noche, acaba el plazo para la presentación de novelas
que cumplan los requisitos que exige el National Novel Write Month (NaNoWriMo)
Desde 1999 se celebra la ocurrencia de escribir una novela con un
mínimo de 50.000 palabras en el plazo de un mes justo, siempre en noviembre. Los aspirantes no pueden insertar
párrafos ya escritos, y desde luego,
nada de copiar y pegar. Escribir un promedio de 1.667 palabras diarias, salidas
del propio caletre hasta llegar a las 50.000. Ese es el desafío.
Los 213.000 inscritos
de este año han podido enviar su novela,
mediante fichero electrónico una semana antes de finalizar el plazo para
que la organización tenga tiempo de validar la hazaña. No hay controles ni
medio de saber que los participantes han
respetado las bases.
El premio consiste en un certificado de ganador del NaNoWriMo, en el que se acredita que se ha escrito una novela. En la web oficial, en la
cabecera figura el lema de la organización: ¡el mundo necesita tu novela! Y un
escudo de armas que representa los símbolos del oficio.
Los organizadores no dejan pasar día durante todo el mes de noviembre, en el que
no animen a los concursantes: un día es
una frase inspiradora, el siguiente una
truco para escribir mejor y más rápido y así hasta hoy. Altruismo y filantropía son las virtudes sociales que comparten escritores y
organizadores porque todo es gratuito y el premio es un tarjetón electrónico.
Es una cosa muy bonita, me dijo una tía mía, muy aficionada a los grandes novelones
del XIX, cuando hace unos días le expliqué que aún queda gente, postulantes a
escritores, que no pretenden otra cosa que escribir; ganar dinero o
notoriedad, ni fu ni fa, para ellos. Personas anónimas que pasa treinta días con la comezón de contar las
palabras y el orgullo de sentir que está creando una historia, como Tolstoi. El mundo no es bonito, o lo es para
unos pocos, pero no para quien quiera ganarse la vida con la literatura, o simplemente
para quien necesita ganarse el pan. Le contesté a mi tía, para mis adentros, que no voy a quitarle la venda de los ojos a estas alturas.
En la web de NaNoWriMo hay una pestaña para que los escritores novatos encuentren
su empresa de edición, por unos cientos
de euros se encargarán de digitalizarla
y sacarla en papel. Un negocio como otro cualquiera. Así que no todo es tan desinteresado. Veamos la distribución de participantes por zona geográfica:
Egipto, 3987
Grecia, 523
Finlandia , 3620
Holanda y Bélgica,
8639
España, 2959
Canadá, Reino Unido y
Estados Unidos se llevan la palma, son los países que más participantes tienen.
Y Australia, que tampoco es manca.
Las preguntas, como los acontecimientos de algunas de esas
novelas, se precipitaban en mi cabeza a medida que avanzaba en el conocimiento del
proyecto NaNoWriMo ¿Necesita el mundo
213.000 novelas más? ¿Quedará algún argumento sin pillar? ¿De qué tratan las 407 novelas escritas en Busan, ciudad de Corea del sur? ¿Y las 154 de Wairarapa, Nueva Zelanda? ¿Y los griegos? ¿Qué pasa en Grecia para tal desgana literaria? En cambio,
Finlandia con apenas cinco millones y medio de habitantes, escriben como descosidos. ¿Qué contarán?
¿Habrá entre todos los que se han presentado un nuevo Alejandro Dumas? Sí, de la misma pasta que quien escribió El caballero de la Maison Rouge, en tres días.
¿Un Simenón, quizás? La gloria belga que no bajaba de una novela por semana. Ambos entretejían unas tramas que son una
muestra espléndida de genio e imaginación. Estoy segura de que alguna novela asombrosa –por
lo rara- o deslumbrante –por lo inventiva- hay entre las 213.000 que han llegado a las 50.000 palabras.