domingo, 17 de junio de 2012

Un día cualquiera


André-Adolph Desdéri. Michaux sur son vélocipède, 1867. San Francisco FMOMA.




Teatro muy breve.   

Un día cualquiera.     



Drama  un poco  espantoso en dos  actos.  

Acto I
Escena I

Un  sótano, perdón,  un loft,   con ventana y  vistas  a la acera de una calle de doble dirección, estrecha  y con edificios viejos y sucios. Dos mujeres se pintan las uñas de los pies con esmalte de color azul noche.  Se nota que no han estudiado pedicura porque les tiembla tanto el pulso que se manchan los padrastros y los callos. Se oyen los frenos de un autobús, claro, como que tiene la parada  allí  mismo.   

Adelaida.-  ¡No sé qué será de nosotras!  Huérfanas  y sin otro patrimonio que nuestra mente, y este agujero  sin paredes y con el baño atascado. ¡Qué asco de herencia!  ¿En qué estarían pensando nuestros padres cuando echaron sus ahorros en esta guarida que ni los topos la querrían?  

Angelita .- ¡No te quejes!   Hoy cumplimos cincuenta años, fíjate, y seguimos vivas. Y no me digas que no es raro,  siendo como somos  gemelas  univitelinas, opositoras al cuerpo de abogados del estado, a mucha honra

Adelaida.- Sí, como para bailar la danza de los siete velos. ¡Loca!  No te das cuenta de  que hace treinta años que no pasamos del primer ejercicio de la oposición y de que no vemos más horizonte que la marquesina del bus y las losetas de la acera, que por cierto las reponen  todos los años bisiestos. ¿Por qué será?  Nuestro dinero se ha esfumado y tú sólo piensas en paparruchas.

Angelita.- ¿Y que propones?   

Adelaida.- Si no puedes unirte a tu enemigo, lucha contra él.

Angelita.- ¿No es al revés? Y si puede saberse  ¿quién es nuestro enemigo?

Adelaida.- Pues quién va a ser: el Estado, que nos rechaza una y otra vez, sin piedad.    

Soplan las dos  a la vez con el fin de secar el esmalte que ha quedado a pegotes,  mientras mueven los dedos de los pies  con mucha gracia.

Acto II
Escena I  y última.   
Una comisaría en el subterráneo de plaza de Cataluña, las hermanas  gemelas  están eufóricas, es su primer delito –frustrado-pero ya imaginan empresas de mayor envergadura. El  policía  las mira con perplejidad, cosa natural, pues son idénticas y hablan por los descosidos sin apenas hacerse entender.

Policía.- Pasito a pasito, a ver,  leo lo que han declarado hasta ahora y si están de acuerdo, continúo. 

Las hermanas.- ¡Pero qué pesado! Que ya lo hemos dicho todo, que nosotras  sólo hemos entrado en el Banco X…  con el propósito de hacer valer nuestros derechos.

 Policía.-Señoras, han amenazado al director de la entidad con hacerle algo muy  feo,  si no les entregaba los balances  contables de los últimos tres años y el metálico de la caja fuerte.

Angelita.- ¿Y?  Nos colaron las preferentes y ahora estamos sin un triste euro, así que  o ellos o nosotras. Los papeles  que reclamamos son  la prueba de la actividad delictiva con la que han perpetrado nuestra ruina.

Policía.- (Sin Inmutarse)   Contesten: ¿pretendían sustraer documentación y dinero de la entidad bancaria?

Adelaida.- Nos negamos a declarar y no nos replique, agente,  que sabemos más de leyes que el tribunal de La Haya. Y además,  al final sólo hemos podido sacarle cuarenta y siete euros al cajero. Y es para un buen propósito, es nuestro cumpleaños y teniendo en cuenta que el banco nos  ha birlado con engaño y muy malas artes los tres mil euros que eran nuestro único capital, pues, qué quiere que le diga…esos eurillos eran parte del resarcimiento y nos los íbamos a gastar en un menú  degustación en el mejor restaurante del nuestro barrio.

Angelita.- ¿Le parece raro nuestro  proceder?

Policía.-  A mi no me parece nada.

Adelaida.-Pues entonces, adiós.

Se levantan y salen sin que el policía reaccione debido a la sorpresa y también gracias a la rapidez con la  que han actuado Adelaida y Angelita. ¡Qué burro soy, no  he salvado en el ordenador  el documento de la declaración! Se maldice el agente de policía,  un buen hombre que sólo aspira a sus catorce pagas anuales. En ese instante, un apagón general deja a la ciudad, al país,  al planeta,  sin energía eléctrica. Las hermanas salen al exterior a  tientas. La luna llena da un brillo de agua a los edificios. No se oye más que el grito de las cotorras que anidan en los plátanos de indias. El mundo  se ha paralizado por unos cuantos años. Por lo visto es culpa de  la tormenta solar porque no  funcionan  ni el pitorro de las fuentes públicas.      
Angelita.-  ¿Lo ves? Treinta años memorizando el  código penal  ha dado sus frutos.

Adelaida.- Somos más rápidas que un juicio de faltas,  hemos dejado planchado  a ese lechuguino  con uniforme.  ¡Feliz cumpleaños!

                                                   Fin

Durante varias semanas estaré  alejada del blog, aunque intentaré visitar de vez en cuando  a los amigos.  Muchas gracias  y buen verano.                 

sábado, 9 de junio de 2012

Ojos que oyen





Detalle de Santa Lucía de Francesco de Cossa, 1473.




Hace unos días leí las primeras páginas de la obra de Steve Moore,  La novela, una historia alternativa.  En pdf,  gracias a José Luis Amores que  las ha traducido y  ha obtenido el permiso del autor para colgarlo en internet.    
No  había leído nada de ellos,  ni tenía noticias de la existencia  de un libro que es un compendio  de conocimiento libresco,  mundano y  sesudo, aunque esto último  suena bastante mal.  Steve Moore pone al servicio  de los lectores su erudición literaria, un juicio preciso sobre lo que en su opinión es la novela,  la narración y desmonta, sin pedantería ni prejuicios canónicos,  tópicos que circulan como dogmas de fe por los suplementos literarios sean de postín  o de medio pelo.
Historia de la novela desde el siglo IV a. C, sin ahorrar   alegres consideraciones sobre autores  que arrasan (legibles) y otros que crean arte cuando escriben, estos últimos pertenecen a  la categoría  innovadora,  inconformistas que les trae al pairo  gustar al lector medio y a los  gurús de las editoriales.

Todas las tramas que podamos imaginar ya han sido escritas antes,  en realidad, media docena  de argumentos con algunas variantes y para de contar.  Para escribir una novela con sustancia, cualquier historia vale, la diferencia entre  un churro  de amplio espectro lector  o una estimulante narración es que esta última emociona, enseña  y  desvela algo que desconocíamos hasta ese momento.  


Hace unos años me prendé de una historia que quise convertir en novela.  El 15 de agosto de 1977, a las 23:16 horas, el radiotelescopio  Big ear,  con la ayuda de un procesador IBM  transformó en código alfanumérico,  una señal recibida desde el espacio, en la frecuencia  1.4GHz, la duración de la señal  fue de 72 segundos,  el tiempo que el  telescopio tardaba  en observar un punto preciso del espacio. 
El astrónomo Jerry Ehman, anotó  la exclamación WOW!  en el margen  del papel junto al código  6EQUJ5, una señal procedente de la constelación de Sagitario,   30 veces más potente de lo esperado y en una frecuencia prohibida.  Se descartó por imposible que procediera de satélites artificiales, emisiones terrestres,  y cualquier otro origen  humano. 
El esquivo Wow,  es un libro que acaba de publicar el astrónomo Robert Gray  sobre la historia de la señal enigmática, de la que se sigue sin saber nada.  Podría ser una buena  novela, aunque esa no sea la intención del autor. Tiene misterio, conflictos institucionales,  lucha de egos,  recortes presupuestarios, estúpidas  decisiones políticas y hasta una pizca de amor –por la astrofísica-.