Moonrise, 1835-1837. Caspar David Friedrich, 1774-1840 |
No sé donde he leído que la
deformidad funciona como una revelación, contrahechos en el interior, la mayoría de la gente nos esforzamos en ocultar, en disimular la fealdad para vestirla como virtud pública.
Otros, tiene un genio
creativo tan poderoso que son capaces de transmutar la deformidad hasta
convertirla en una obra que ilumina la vida de millones de personas, o de nadie porque permanece enterrada como un tesoro a la
espera de que alguien descifre el mapa.
David Foster Wallace, escritor estadounidense (1962-2008) pronunció
un discurso memorable en la
ceremonia de graduación en la Universidad de Kenyon. En esa época era un escritor estrella, reconocido y envidiado, que arrastraba
simpatías fanáticas y antipatías furibundas, se decía de él que era el escritor que mejor retrata las vergüenzas y las
debilidades de la sociedad norteamericana
contemporánea.
Su obra es una formidable exhibición de cultura, perspicacia e
inteligencia, pero nada comparable con la sencilla exposición sobre lo que constituye una vida honrosa, en la que los
títulos académicos y triunfos profesionales no figuran en el guión. Esto es
agua, es el título de su discurso. Transcribo parte de su
contenido.
Dos peces pequeños están nadando, y se cruzan con un pez mayor, que se dirige a ellos: “Buenos días, chicos, ¿cómo está el agua?” Y los dos peces jóvenes nadan un rato, hasta que uno de ellos mira al otro y dice: “¿Qué es el agua?”
Si en este momento, estáis preocupados
pensando que tengo la intención de presentarme aquí como el sabio viejo pez
capaz de explicar qué es el agua a los peces más jóvenes, por favor, no os
preocupéis. Yo no soy el sabio viejo pez. El punto inmediato
de la historia de los peces es que las más obvias, importantes, y presentes
realidades son, a menudo, las más difíciles de ver. Declarado como
una simple frase, claro, esto no es sino un tópico banal, pero el hecho es que,
en las trincheras del día a día de la existencia adulta, los tópicos banales
pueden tener importancia de vida o muerte. Esto puede sonar a exageración, o a
juego de palabras abstracto.
Una alta proporción de las cosas que
tiendo a ver automáticamente como certezas resultan ser totalmente equivocadas
y engañosas. He aquí un ejemplo del error absoluto de algo que veo
como seguro: todo en mi propia experiencia inmediata apoya mi profunda creencia
de que soy el centro absoluto del universo, la persona más real, más viva y más
importante de la existencia. Rara vez hablamos de este tipo de egocentrismo
natural y básico, porque es socialmente repulsivo, pero en el fondo es cierto
para todos nosotros. Es nuestra configuración predeterminada, determinada desde el
nacimiento. Pensad en esto: no hay experiencia que hayáis tenido de la que no
estuvierais en el centro absoluto. El mundo como lo experimentas está delante
de ti, detrás de ti, a tu izquierda o a tu derecha en tu televisor o su
monitor, o lo que sea. Los pensamientos de las otras personas y sus
sentimientos deben ser comunicados de alguna forma, mientras que los tuyos
propios son inmediatos, urgentes, reales. Pero, por favor, no te preocupes, no me
estoy preparando para predicar acerca de la compasión o de las llamado
“virtudes”. Esto no es una cuestión de virtud; se trata de hacer la elección de
hacer el trabajo de alterar o liberarme de mi configuración predeterminada,
profunda y literalmente, centrada en mi mismo, y ver e interpretar todo a
través de esta lente diferente.
Porque aquí hay algo más que es
cierto. En las trincheras del día a día de la vida adulta, en realidad no
existe el ateísmo. No existe el no adorar. Adora todo el mundo. La única opción
que tenemos es decidir qué adoramos. Y una razón excelente para la elección
de una especie de Dios o de tipo espiritual, como objeto del culto – ya sea Jesucristo o Alá, Yahvé, Wiccan, la diosa madre o las Cuatro Nobles Verdades, o un
conjunto de principios éticos inviolables – es que casi cualquier otra cosa que veneres
te comerá vivo.
Si adoras el dinero y las cosas – si ellas dan el sentido a tu
vida – entonces nunca tendrás lo suficiente. Nunca sentirás que tienes
suficiente. Adora tu propio cuerpo y la belleza y el atractivo
sexual y siempre te sentirás feo, y cuando el tiempo y la edad se empiecen a
mostrar, morirás un millón de muertes antes de que finalmente te alcancen. Por
un lado, todos sabemos estas cosas ya – han sido codificada en los mitos,
proverbios, clichés, epigramas, parábolas: son el esqueleto de toda
la gran historia humana. El truco está en mantener la verdad por delante en la conciencia
cotidiana. Adora el poder y te sentirás débil y asustado, y necesitarás cada
vez más poder sobre los demás para mantener el miedo a raya. Adora tu intelecto,
ser visto como inteligente y terminarás sintiéndose estúpido, un fraude,
siempre a punto de ser descubierto. Y así sucesivamente.
La libertad más preciosa es la que no
está presente en el mundo de logros y triunfos. Esa clase de libertad implica
atención, conciencia y esfuerzo, ser capaz de preocuparse por otras
personas y sacrificarse por ellas, en
una infinidad de pequeñas y nada apetecibles formas. Esa elección personal es la auténtica libertad.
La Verdad con V mayúscula es sobre
la vida ANTES de la muerte.
Es acerca del valor real que posee
una educación verdadera, la cual tiene muy poco que ver con el conocimiento, y
mucho que ver con estar consciente, consciente de que es lo verdadero y lo
esencial, a simple vista tan escondidos por todas partes, todo el tiempo,
tanto, que precisamos recordarnos a nosotros mismos una y otra vez:
‘Esto es el agua’
‘Esto es el agua’
Danzarines etruscos 400 a.C
Mientras leía el discurso, se encuentra en la red en versión original y traducido al
español, pensaba que a D.F.W le abandonaron sus palabras o le faltó valor para mirar la negrura, ciego en el momento más oscuro de su vida; cuando
más necesitaba saber que, a pesar de nadar a manotazos y boqueando, era solo agua.
Baruch Spinoza, aparece en el discurso. No lo cita, ni falta que hace, esa apabullante obviedad de que lo inmediato y más común es invisible mientras nos pelearnos por lo incierto y lejano, tiene el sello de Spinoza El filósofo sonriente al que escupieron en vida; el que se propuso conocer la naturaleza del agua, la que fluye dentro
y fuera de nosotros. Señalado como
hereje, un apestado que lejos de vivir con amargura sus días de maldición (maldito
sea de día, maldito sea de noche, en su reposo y en su vigilia). Fórmula del Herem que no logró derrotarlo, al contrario, le dio la fuerza
necesaria para escribir El tratado de la
reforma del entendimiento y el Tratado teológico
político, por ejemplo. Dos hombres deformes en busca de una Revelación.