Ilustración del libro Mosaico ajedrecístico de A.Karpov y E. Guik |
En la novela de Vladimir Nabokov, La defensa Luzhin, el padre del ajedrecista, Luzhin, un viejo escritor, imagina en un café de Berlín su última novela basada en la vida del hijo. Recuerda cuando aún vivían en Rusia y acompañaba al joven Luzhin a los campeonatos de ajedrez. Un martes del invierno de 1928, la idea de la novela nace al rememorar unas partidas simultáneas; dos hileras de mesas en las que un joven vestido de marinero se detiene ante cada tablero para mover, apenas en segundos, las piezas sobre las que se concentran los jugadores, de mucha más edad y con aspecto tan grave y mustio que la juventud del prodigioso muchacho resplandece entre la neblina de humo de tabaco. El título de la novela ya lo tenía: El gambito.
Luzhin padre pensaba todos los días en la novela, el hijo debía morir, pero eso seria al final. Quizás había que empezar, pues, por el último capítulo, tal sería el hilo conductor de la historia, verídica aunque algo coloreada para que resultara más literaria. Así pasaron varios meses sin que escribiera una línea. La novela la tenía en la cabeza, faltaba ponerse delante de la máquina. Estaba a punto de hacerlo, pero prefirió enviar una nota sobre su nueva obra a la revista de escritores rusos exiliados. La publicación de la reseña tuvo muy buena acogida en el círculo de conocidos. El viejo Luzhin leía la nota todos los días varias veces, le daba energía, pero no suficiente para ponerse a escribir. Una tarde salió a recoger setas por los bosques berlineses, se enfrío y pocas semanas después murió.
Mientras tanto, el ajedrecista Luzhin, perdida ya la aureola de joven prodigio y convertido en maestro internacional, y también en un hombre triste, obeso y desaliñado, coincide con una joven rusa en un balneario de Berlín. Ella se enamora del taciturno y cochambroso jugador, comprende que la obsesión por el ajedrez es la culpable de tanta dejadez física.
La novela se publicó en ruso en el año 1930 y treinta años más tarde, el genial Nabokov la reescribió en inglés. La defensa Luzhin no tuvo el éxito de Lolita. Cosa nada rara porque la fama de perversidad erótica entre la ninfa y su padrastro, fue un reclamo muy poderoso para un público deseoso de leer con sus propios ojos, la desafiante lubricidad que un depravado, ruso por más señas, se atrevió a escribir.
Volvamos a La defensa Luzhin, Nabokov refiere en el prólogo que inventó una jugada de ajedrez con el nombre del protagonista, y que empezó a escribir la novela en Le Boulou, en 1929, durante las semanas que pasó en un balneario de los Pirineos franceses, donde se entretenía cazando mariposas. Desde luego, hay en esta novela, como en todas las suyas, bromas y desafío, como si quisiera probarnos. A ver quien se percata de que Luzhin, rima en inglés con illusion, y de que el tratamiento para curar el ataque de nervios del protagonista es una burla de las teorías freudianas.
No hace falta saber jugar a ajedrez para descubrír que en esta partida literaria, a Nabokov se le ve el plumero de su pérfida habilidad para dar jaque mate en un ataque relámpago, imprevisible y taimado. Las mariposas no fueron menos afortunadas, coleccionó miles. El escritor, cuya gran vocación era la entomología, por si todavía queda alguien que no lo sepa, desarrolló una teoría de la evolución de los delicados lepidópteros. Y cuando hacía mal tiempo, escribía.