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Cosmos, Joan Brossa y Chema Muñoz. Madrid 2003de oro para |
Estos días he resistido la tentación de colgar
dos entradas en el blog, las tenía a punto sin
atreverme al final a darle a la pestaña de publicar porque había algo en ellas
que no me gustaba.
Ahora han desaparecido, las he
borrado, creo que para siempre. Una estaba dedicada a Emily Dickinson, la
poeta norteamericana y la otra la
compartía Anton Chejov y María
Zambrano, incluso había escrito el
título de la entrada, la misma para las dos: Un hueco en el corazón. Quería contar que la renuncia a vivir en el
mundo real es una mina de oro para la inspiración.
Quería demostrar que Emily Dickinson, a pesar de una
vida amorosa sin reposo y casi siempre sin reciprocidad, fue una mujer alegre y muy lejos
de la ñoñez que aparenta en los retratos. Tenía la manía de fijarse en hombres
que, o no le hacían puñetero caso o eran
unos pusilánimes, incapaces de vulnerar las normas sociales para defender su
amor. Con todo ese historial de frustraciones,
Dickinson fue una mujer brillante y simpática, así
lo demuestra su correspondencia.
El amor potente en todas sus facetas lo
sintió por varios hombres -el último quince años más joven que ella, el
anterior había sido a la inversa-. Sabemos por su poesía que era una mujer de una gran energía erótica que no se
arredraba cuando tenía que demostrar su pasión amorosa y, a renglón seguido,
contenerla. Una especie de principio tántrico, que en esa época no estaba de moda, ni habría sido de buen tono practicarlo en Nueva Inglaterra. Emily Dickinson estaba convencida de
que el sacrificio carnal convierte el amor en una tensión
sublime. No por nada se le ha
comparado al personaje de la Princesa de
Clèves, ambas hicieron de la renuncia
una manera de vivir.
En cuanto a María Zambrano y
Chejov, el hilo que unía a ambos – en mi cabeza- era el papel de las emociones más ocultas, como una senda que nos arrastra hacia un paisaje al que nunca
habríamos soñado llegar; a ese paraje nos acompaña un equipaje desconocido
que se desvela en el destino: el corazón. Resulta que ese órgano, el
colmo de la metáfora, posee habitaciones
interiores y huecos en los que habita
una forma de sabiduría que, si sabemos prestar atención, leer las señales, nos muestra
el lugar del tesoro. Maria Zambrano en Claros del bosque, se refería al corazón
como esa casa donde el espíritu audaz tendrá siempre una
habitación preparada.
Todo lo anterior lo
escribí con muy buena intención ( y algo de petulancia, la
verdad) pero al final, me dije: ¡para
el carro! Otros que saben más que tú lo
han dicho mejor y con más agudeza. ¿Por qué redundar en autores que han
sido estudiados del derecho y del revés?
Sé valiente y demuestra que no se te caen los anillos si escribes sobre desconocidos y textos de dudosa
reputación.
Este año me he
propuesto escribir sobre libros y
autores poco apreciados en el circuito cultural. Para empezar,
quiero proponer un tratado de ilusionismo, en su vertiente más práctica, fuera del escenario y para uso personal. Un librito que reflexiona sobre la importancia
de la paradoja en la vida humana. Uno
de los capítulos, el titulado Especialista de lo imposible, empieza con una cita de Virgilio: pueden
porque creen que pueden. Prometedor. En la próxima
entrada explicaré los grandes beneficios
que me ha proporcionado este manual, tan necesario en estos tiempos en los que no sabes cómo, tu moneda, la que con tanto cariño y esfuerzo ahorrativo escondías detrás de la oreja, ha sido trasladada a otra oreja extraña sin merecerlo y sin que apenas hayas notado
un roce.