No sabemos casi nada, menos mal. Vivimos con la ilusión de
que nuestro conocimiento de la realidad es amplio, y eso nos anima a opinar de
todo lo que sucede a nuestro alrededor. Y en cuanto empezamos a entender,
aunque sea de manera simple y superficial, cómo funciona la mente, nos llevamos
una gran desilusión; o bien hacemos caso omiso y seguimos adelante como si tal
cosa.
Hace unos días estuve charlando con una mujer que se dedica
al estudio de los sesgos del comportamiento humano. Lo más terrible del asunto
es que nuestra visión del mundo es siempre sesgada. Un sesgo cognitivo es la
manera que tiene el cerebro de tomar decisiones con rapidez; eso implica que la
capacidad reflexiva y analítica queda arrumbada para precipitar la decisión,
basada en prejuicios y percepciones que poco tienen de objetivas y racionales.
De todos los experimentos que realizan en el laboratorio,
casi siempre con estudiantes, la conclusión de la que están bastante seguros es
que funcionamos así porque es un mecanismo de supervivencia. Pensar y
reflexionar exige tiempo y examen de por qué opinamos de una manera o de la
contraria. Y no podemos permitirnos gastar tiempo reflexionando antes de hablar
u actuar: semejante hábito impediría interactuar con otros de manera fluida y
perderíamos la vida más pronto que tarde.
Durante miles de años el ser humano decide rápido apoyado en
automatismos. Esta conversación me ha dado que pensar durante días. De darle
tantas vueltas y analizarme cada vez que decía algo, he conseguido que mis
interlocutores me pregunten: “¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?”
Quizás el automatismo en las decisiones y los sesgos que lo
acompañan nos han mantenido con vida hasta hoy, pero dudo mucho que prolonguen mucho más la existencia humana. No es extraño que repitamos los mismos errores,
que las guerras se perpetúen y que seamos unos infelices por nuestra mala
cabeza. Seguimos el mismo patrón automático desde hace miles de años.
En todo caso, quienes conocen a fondo esta característica
del pensamiento humano son los que manejan el márquetin político y comercial: esos son los verdaderos señores de la guerra y del poder. Y mientras tanto, sigamos con la ilusoria
creencia de que sabemos lo que hacemos, a nuestro cerebro le encanta tener razón incluso cuando se equivoca.
Marga, estoy leyendo un libro que me está abriendo otra puerta con la que no contaba. "Nuevo elogio del imbécil", se titula. Es de Pino Aprile. No pone nada de lo que no nos hayamos apercibido, pero, ahí está el quid, no nos damos cuenta porque nos están habituando a que lo anormal sea lo habitual, y normalizamos ya hasta lo carente de sentido común.
ResponderEliminarLos inteligentes han construido el mundo, pero son los imbéciles quienes triunfan y lo disfrutan, esa es la síntesis. Y no le falta razón.
Este libro nos habla de la supervivencia del ser humano y como logra sobrevivir en una época como esta, donde todo cada vez se ve más oscuro y desesperanzador.
Un abrazo fuerte.
Miquel
Sí, Miquel, he leído el libro de Aprile, el primero, "Elogio del imbécil". A pesar de la ironía que gasta, lo mismo que Cipolla en su tratado de la estupidez humana, hay mucha verdad porque la sociedad exige obediencia y no salirse del marco. La inteligencia pasa a ser un estorbo, los listillos al poder. Cuánto más disidente y crítico menos oportunidades hay de "triunfar". Desde luego, como en todo existen excepciones, pero ahí está la tendencia, los más arribistas, complacientes y con pocos escrúpulos ascienden y son gratificados por el aplauso general. Habrá sido así siempre, quizás ahora la expansión de redes sociales lo hace más palpable y evidente.
ResponderEliminarAbrazos