martes, 28 de abril de 2009

Kid tejano




El volumen de su cuerpo apenas le permitía moverse en el pasillo largo y estrecho, empequeñecido por las estanterías que cubrían las paredes, llenas de libros y revistas viejas, amontonadas y en completo desorden.
En la salita con fachada a la plaza, Julito se sentó sobre un colchón en el suelo, escasamente tapado con una colcha de imitación pachtwork que dejaba ver unas sábanas arrugadas de tergal de color verde.

-Hogar, dulce hogar ¿Qué te parece?- preguntó Julito enseñándole uno de los billetes de 100 euros a la mujer que, de pie, calzada con unas zapatillas deportivas sin cordones le observaba con una sonrisa burlona.

Sin contestar y con un gesto rápido la mujer le quitó los dos billetes. Desde donde estaba recostado Julito, Carme semejaba una matrona, una Venus prehistórica de la fecundidad, con el vientre abultado y los pechos caídos. Gastaba  tan malas pulgas que era mejor no imaginar qué clase de criaturas podía emerger de su potencia procreadora.

-¿Qué me va a parecer...? Qué pregunta más tonta..

-Ahora podré quedarme a dormir unas semanas más, vamos, digo yo.

Carme se ajustó el batín con el cinturón de un abrigo viejo. Sus pantorrillas eran blanquísimas solo oscurecidas por las venas azules que las surcaban, abultadas y hermosas como plantas acuáticas que emergían entre los pliegues del batín, Julito las miraba y se hacía cruces de la complejidad del sistema venoso que la naturaleza había dotado a esa mujer.
Carme, observó la mirada ensimismada de Julito, la interpretó maliciosa y cargada de lubricidad, lo que provocó que se atusara los ralos pelos de la nuca con el puño cerrado en el que tenía atrapado el dinero. Reblandecida por la vanidad de sentirse deseada dijo con tono chispeante:

-No adelantemos acontecimientos, chico, te puedes quedar hoy y mañana, luego ya veremos, he de hacer cuentas porque me pagas de ciento en viento y ya no sé cuántas semanas tienes pendientes.

Julito se echó  sobre el colchón, cerró los ojos y respiró hondo, se sentía tan cansado, gruñó como quien espanta un bicho en el campo y se hizo el dormido.

Carme se dirigió a su dormitorio para echar otra cabezadita. Al pasar por el lavabo se miró al espejo y frunció los finos labios dándole un beso a su imagen.

-¿Y que voy a hacer yo si este hombre me adora?
Se tumbó en la cama con una gran sonrisa de satisfacción. En la otra habitación Julito cogió un tebeo de uno de los montones que había junto al colchón. Leyó:
¿Quién es  kid tejano? ¿Un delincuente? ¡ No! ¡¡Un auténtico heroe!!
También Julito se dejó vencer por el sueño con una sonrisa de satisfacción.






Ilustración: contraportada de tebeo de la serie Roberto Alcázar y Pedrín. Aventura: La mansión de los monstruos, número 476. Editorial Valenciana, 1961. Archivo propio.

sábado, 25 de abril de 2009



En 1891 se inició la construcción del ferrocarril ruso desde Ekaterimburg, en los Urales hasta Vladivostock en el pacífico, 8.000 kilómetros de vías, que recorren zonas en las que, en aquella época, no se aventuraban otras seres vivos que no fueran los hambrientos lobos. El ferrocarril se acabó de construir en el año 1916. Boris Pasternak en su novela el doctor Zhivago, nos cuenta las otras utilidades que se dieron a las vías férreas y al ferrocarril ruso durante la guerra civil: mucho tiempo durante una buena mitad del camino, siguió la línea del ferrocarril, ya en estado de abandono y fuera de uso, sepultada toda por la nieve. Aquellos trenes bloqueados en la vía férrea, inmovilizados para siempre y sepultados bajo la nieve, extendíanse como una cinta, casi ininterrumpidamente, durante muchas verstas. Servían de fortines a bandas armadas que asaltaban las carreteras, eran refugios de criminales y fugitivos políticos, los involuntarios vagabundos de aquellos tiempos, pero sobre todo de tumbas comunes para quienes morían de frío o de tifus, enfermedades que hacían estragos a lo largo de la línea y habían devastado pueblos enteros.

Fotos: Guia sobre el gran ferrocarril de Siberia.Diminitriev Mamonov y Anton Feliksovich. Asociación de Prensa artística de San Petesburgo, 1900. WDL.
Foto de Boris Paternak

domingo, 19 de abril de 2009

Silla de notario






Salió del piso de Lara con varios objetos que no eran de su propiedad: un Ipod, un par de zapatos de mujer, de color azul y doscientos euros en dos billetes de cien. Cuando salía del piso arrambló con el felpudo de fibra de coco del descansillo de la entrada, en el que se leía, Hello, pintado de color naranja. El felpudo pesaba un quintal, pero Julito no desistió, lo ató enrollándolo con una cuerda y lo ajustó sobre la mochila. Desde que lo vio sabía que la alfombra le venía que ni pintiparada para su dormitorio. Pensaba ponerla a los pies de la cama, para desvestirse sin pisar las frías losetas. En la calle hacía frío, a pesar de sol y de que estaba a punto de entrar el verano. Julito entró en calor por el infalible método de caminar rápido, con varios kilos a cuestas. Nadie diría que un tipo tan escuchimizado pudiera arrastrar tanto peso. Cuánto más corría Julito, más llamaba la atención de la gente, nadie dudaba de que era un delincuente que acababa de perpetrar un delito.
Un coche de los mossos  dobló la esquina justo en el momento en el que Julito atravesó la calle con el semáforo en rojo.
-Mira.
-Ya lo veo, un mangui.
-¿Qué hacemos? ¿Vamos a por él?
-Pss, deja, es un desgraciado, habrá robado a una vieja cuatro chorradas. Hoy estoy aplatanada, ayer me quedé a ver los dos capítulo de House y el niño no ha dejado de llorar toda la noche. ¿Le sigue alguien?
-Creo que no


La agente era rubia y lucía una coleta larga sujeta con una cinta marrón adornada con dos pajarillos de silicona de color verde, sonrió al conductor. Tenía suerte con su compañero de turno, un chico muy práctico al que no le gustaba nada meterse en líos y pasarse media mañana con el papeleo de la detención.
-Dejemos de hacer el cherif por un rato, anda, sigue hasta Lauria y luego damos la vuelta por Mallorca, a ver si le perdemos de vista.
Mientras esta conversación tenía lugar dentro del coche patrulla, Julito había llegado casi a su destino, en la Plaza Tetuán. Antes de entrar en el edificio, respiró hondo, apretó el botón del  telefonillo.
-¿Quién?
-Abre.
Subió con lentitud las escaleras hasta el entresuelo primero, letra b. En la puerta le esperaba una mujer, era calva y vestía un batín de hombre que en la distancia parecía de seda, pero era de poliéster, con rombos negros y grises.

-Vienes temprano hoy, ¿has traído dinero?
Julito cerró la puerta, la mujer se apartó, apoyó su cuerpo rechoncho en el aparador sin perder de vista la mochila que Julito depositó sobre la silla de estilo isabelino, recogida un mes antes en el contenedor de la esquina. La silla confería  empaque al recibidor, a pesar de lo raído del terciopelo del asiento, esa silla valía un potosí. Perteneció a un notario que había muerto de infarto cerebral cuando las escrituras hipotecarias dejaron de llegar a la notaría. ¡Cuántas alegrías y desgracias, en forma de donación y testamento, fueron leídas desde la comodidad de aquel trono! 
-Me  pagas la deuda o te echo escaleras abajo.
-Mujer, a eso vengo.
   




Imágenes, Empire and Regency, George Smith, 1826. NYPL

miércoles, 15 de abril de 2009





El sistema de dividir el tiempo asignándole un nombre y significado a las fracciones es un calendario. Desde las complejas comunidades humanas al solitario individuo, la necesidad de ordenar el tiempo en ciclos regulares, solares, lunares o la combinación de ambos, ha producido variados calendarios con fines rituales, religiosos y de organización social. Los babilonios, los Mayas, los Romanos nos han dejado calendarios complejos cuya exactitud gobernaba el tiempo de celebraciones, cosechas, sacrificios y muerte. Otros, a mediados del siglo XIX publicaban calendarios cuyas protagonistas eran las viudas a las que adornaban con toda suerte de sátiras y proverbios elaborados por el magín de honorables caballeros.

Ilustraciones, Widows grave and others. Internet archive, America Libraries.

domingo, 12 de abril de 2009






Las solapas de libros atraen al posible lector con la promesa de encandilar, revelar, enseñar lo nunca visto, deleitarnos con la mejor novela jamás escrita, la intriga más trepidante o el mejor método para cultivar caléndulas. El reclamo de las solapas en los libros es , en la actualidad, un ejercicio cicatero y mentiroso que ha perdido la gracia de las cándidas y muchas veces ingeniosas solapas de los libros que se vendían hasta mediados del siglo XX.

Ilustraciones, Collection of books jackets 1920-1939. NYPL

jueves, 9 de abril de 2009

Desayuno

Fresco del siglo XIV, autor desconocido. Iglesia de Mantua.Italia

El taconeo sobre el pavimento recién regado sonaba como el chasquido de un látigo. Lara pisaba con la fuerza que transmitía su musculatura alimentada con arginina, jalea real, carnitina y otras sustancias, algunas ilegales, pero la licitud del comercio nada importaba cuando se trata de moldear su cuerpo. A pesar de su rostro marcado por las cicatrices de la viruela, Lara era hermosa, tenía la belleza de esos edificios olvidados que fueron esplendorosos en algún momento y que conservan un muro, un patio o una escalera en donde se concentra el brillo del pasado. Una belleza oculta, invisible para la mayoría de la gente pero que destaca como un diamante en medio de una boñiga a una hora determinada del día, en ese instante en el que a los afortunados que pasan por allí les es dado el favor de percibir la belleza escondida. Los zapatos azules le iban como un guante, se sentía cómoda y en un estado de ánimo sobrenatural, Lara cantaba por la calle, a esa hora en la que sólo quedan algunos parranderos y las brigadas de limpieza del ayuntamiento.

“En una noche de luna Naila me hablaba con ternura.....ya me embriagué con otro hombre ya no soy Naila para .... Naila y por qué me abandonas, tonta, si bien sabes que te quiero, vuelve a mí, ya no busques otros senderos, te perdono porque sin tu amor se me parte el corazón”. 
-¡Chica toma claras de huevo! ¡peazo voz tienes, condenada! 
- Ya quisieras tú mi voz, Montserrat Caballé.
Lara dejó al de la limpieza con un rubor que le llegaba al nacimiento del espeso pelo enredado en decenas de rastas. Sus compañeros sofocaron las risas, el de las rastas continuó recogiendo papeles con la pinza, recordaba con rabia las veces que por el maldito teléfono le confundían por una vieja debido a su femenina  y aguda voz.
A las ocho de la mañana, Lara entraba en su piso, husmeó el ambiente, alguien había estado antes allí. Olía a hombre, a sudor a restos de tabaco. Si moverse del vestíbulo, miró el suelo: dos pisadas sobre el suelo sucio delataban un intruso. Eran huellas de zapatillas deportivas, con las llaves aún en las manos, retrocedió hasta la puerta, el ruido de cubiertos en la cocina la tranquilizó, alguien estaba lavando los platos. Gritó sin moverse de la puerta:
-¿Quién hay ahí?
Un hombre vestido con un pantalón arrugado y sucio y camiseta roja que le venía muy grande, apareció por la puerta de la cocina:
-Disculpe la molestia, no tenía adonde ir, he entrado porque tenía hambre y sueño. Había pollo frito en la nevera, me lo he comido y ahora, si no le importa me marcho. Lo he dejado todo limpio, no quiero importunar.
Había dicho importunar, esa palabra, le pareció a Lara una garantía de la personalidad bondadosa del ladrón que había allanado su casa y se había zampado su comida.
-No hacía falta que te comieras el pollo, era mi comida. Hay también yogures y un flan.
-Ya, también me los he comido. Lo siento, gracias. Cuando tenga dinero se lo pagaré.  
El hombre se dirigió a la puerta con intención de abrir la puerta, pero Lara, que le sacaba dos cabezas, le detuvo:
-Ya que estás aquí,  me acompañas mientras desayuno. Es lo menos que puedes hacer después del saqueo ¿No te parece?   







viernes, 3 de abril de 2009




Aguadores, bordadoras, escribientes y las herramientas e instrumentos de los que se valían para realizar su trabajo. Nos parece ahora sugestivo y quizás envidiable, la pericia en oficios que casi han desaparecido; ahí están los oficios olvidados, en las ilustraciones de las vitrinas de los museos donde podemos pasmar la mirada en la plumilla de ganso, el tintero o el telar donde trabajaban las encajeras sus delicadas puntillas.

Ilustraciones, DLNY

sábado, 28 de marzo de 2009




La humanidad en un futuro honrará a Nikolai Tesla, el soñador, el científico solitario, el hombre que pretendía iluminar el planeta con energía gratuita para todo el mundo. Tesla vivió dedicado a la investigación de portentos para mejorar la vida de la humanidad con la pretensión de que jamás fueron utilizados para fines bélicos. De su generosidad sacaron provecho otros que gracias a sus inventos se hicieron millonarios, es el caso de Westinghouse o el propio Edison, éste último también se llevó la gloria. Como muchos de las grandes personalidades que trabajaron y vivieron entregados a la pasión de favorecer a sus semejantes, Tesla vivió sus últimos años en un hotel de Nueva York, solo, y murió en la pobreza. Sin embargo, hasta los últimos días siguió investigando y creando artefactos sobre el papel; el día de su muerte, varios agentes del FBI recogieron toda la documentación que se hallaba en su habitación y en el pequeño laboratorio donde trabajaba.
La leyenda dice que Tesla había descubierto cómo construir naves espaciales haciendo uso de la electro gravedad. Las invenciones de Tesla tenían como base el estudio de las ondas: la luz, el calor, el sonido, los rayos x, están todos relacionados. Se opuso a Einstein en su teoría dinámica de la gravedad, este hecho causó indignación entre la sociedad científica de la época, en torno a los años treinta del siglo pasado. La teoría dinámica de la gravedad la anunció el día en el que cumplía 82 años.

Nikolai Tesla nació el 9 de julio de 1856 en Croacia y murió el 7 de enero de 1943 Nueva York.

Fotografias: Tesla Memorial Society of New York.

martes, 24 de marzo de 2009

Intruso

Window factory building San Francisco, artista Ansel Adams


El taconeo sobre el pavimento recién regado sonaba como el chasquido de un látigo. Lara pisaba con la fuerza que transmitía su musculatura alimentada con arginina, jalea real, carnitina y otras sustancias, algunas ilegales, pero la licitud del comercio nada importaba cuando se trata de moldear su cuerpo. A pesar de su rostro marcado por las cicatrices de la viruela, Lara era hermosa, tenía la belleza de esos edificios olvidados que fueron esplendorosos en algún momento y que conservan un muro, un patio o una escalera en donde se concentra el brillo del pasado. Una belleza oculta, invisible para la mayoría de la gente pero que destaca como un diamante en medio de una boñiga a una hora determinada del día, en ese instante en el que a los afortunados que pasan por allí les es dado el favor de percibir la belleza escondida. Los zapatos azules le iban como un guante, se sentía cómoda y en un estado de ánimo sobrenatural, Lara cantaba por la calle, a esa hora en la que sólo quedan algunos parranderos y las brigadas de limpieza del ayuntamiento.

“En una noche de luna Naila me hablaba con ternura.....ya me embriagué con otro hombre ya no soy Naila para .... Naila y por qué me abandonas, tonta, si bien sabes que te quiero, vuelve a mí, ya no busques otros senderos, te perdono porque sin tu amor se me parte el corazón”. 
-¡Chica toma claras de huevo! ¡peazo voz tienes, condenada! 
- Ya quisieras tú mi voz, Montserrat Caballé.
Lara dejó al de la limpieza con un rubor que le llegaba al nacimiento del espeso pelo enredado en decenas de rastas. Sus compañeros sofocaron las risas, el de las rastas continuó recogiendo papeles con la pinza, recordaba con rabia las veces que por el maldito teléfono le confundían por una vieja debido a su femenina  y aguda voz.
A las ocho de la mañana, Lara entraba en su piso, husmeó el ambiente, alguien había estado antes allí. Olía a hombre, a sudor a restos de tabaco. Si moverse del vestíbulo, miró el suelo: dos pisadas sobre el suelo sucio delataban un intruso. Eran huellas de zapatillas deportivas, con las llaves aún en las manos, retrocedió hasta la puerta, el ruido de cubiertos en la cocina la tranquilizó, alguien estaba lavando los platos. Gritó sin moverse de la puerta:
-¿Quién hay ahí?
Un hombre vestido con un pantalón arrugado y sucio y camiseta roja que le venía muy grande, apareció por la puerta de la cocina:
-Disculpe la molestia, no tenía adonde ir, he entrado porque tenía hambre y sueño. Había pollo frito en la nevera, me lo he comido y ahora, si no le importa me marcho. Lo he dejado todo limpio, no quiero importunar.
Había dicho importunar, esa palabra, le pareció a Lara una garantía de la personalidad bondadosa del ladrón que había allanado su casa y se había zampado su comida.
-No hacía falta que te comieras el pollo, era mi comida. Hay también yogures y un flan.
-Ya, también me los he comido. Lo siento, gracias. Cuando tenga dinero se lo pagaré.  
El hombre se dirigió a la puerta con intención de abrir la puerta, pero Lara, que le sacaba dos cabezas, le detuvo:
-Ya que estás aquí,  me acompañas mientras desayuno. Es lo menos que puedes hacer después del saqueo ¿No te parece?   




domingo, 22 de marzo de 2009



En 1661 se publicó el atlas Harmonia Macrocósmica de Andreas Cellarius, cosmógrafo holandés. Durante años Cellarius desapareció del mapa, nadie supo de él hasta que publicó El arte de las fortificaciones, un tratado sobre los grandes edificios de defensa militar en Europa.
Los dos mapas, de los treinta folios dobles del atlas de Harmonia Macrocósmica fueron pintados a mano, representan los cielos tal y como fueron interpretados por Copérnico, Brahe y Ptolomeo. La primera carta celeste hace referencia al planisferio de Brahe y la segunda a la Luna, un diagrama de las fases lunares .
Los atlas y los calendarios son el intento humano de comprender los ciclos temporales y nuestra ubicación en el Universo. La belleza del atlas de Cellarius procede de la cosmogonía que nos muestra en sus esferas con rostro humano, sometidas a un rítmico movimiento cíclico que sugiere la integración de tiempo y espacio.

Así pues la Eternidad está en Dios, el cosmos está en la Eternidad, el tiempo está en el cosmos, el devenir está en el tiempo. Y en tanto la Eternidad se mantiene inmóvil alrededor de Dios, el cosmos está en movimiento en la Eternidad, el tiempo se realiza en el cosmos y el devenir deviene en el tiempo."
Hermes Trismegisto. Poimandrés XI.

domingo, 8 de marzo de 2009




Las tabacaleras regalaban naipes con la compra de los paquetes de cigarrillos. Esa costumbre, sobre todo en Estados Unidos, duró desde finales del XIX a mediados del siglo XX. Los motivos que ilustraban las tarjetas eran variopintos y muy recurrentes: artistas de la época, escudos nobiliarios, fauna y flora. En la mayoría de los casos los naipes eran una muestra perfecta de lo que ahora se denomina Kitsch.
En las cajetillas no se imprimían advertencias para avisar de lo muy dañino del fumeteo, no hacía falta porque algunas de las ilustraciones eran terroríficas y otras tan ñoñas que era preferible darse a otros vicios que mataban con más arte.

Naipes de compañías tabacaleras, colección de la NYPL.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Zapatos de raso



-Señora, ¿pido un taxi?
-Sí, gracias, lo necesitamos para antes de las diez.

José pagó la factura del hotel mientras Dora esperaba en el Hall, con las dos maletas en custodia, a las que no perdía de vista. El día era luminoso y el azul del cielo tan claro que parecía un mar calmo. Cuando salieron del Hotel, Dora inspiró hondamente para quedarse con el olor a palomitas fritas que le recordaría para siempre a Barcelona y que venía directamente de un puesto muy cercano, en la entrada de un galería comercial.

-¿No te da un poco de pena que nos vayamos hoy, precisamente con este día tan espléndido? El mejor de toda la semana.

-Sí, da un poco de pena, pero también tengo ganas de llegar a casa, recuerda que sólo me quedan tres días para regresar a Afganistán.

José no reprimió un mohín de cansancio. En ese momento una gaviota que buscaba algo de comer les sobrevoló casi a ras de la cabeza, un taxi paró y el conserje se adelantó para abrir el capó y ayudar a colocar el equipaje.

-¿Solo la maleta?

-¿Eh? pero ¿Y la pequeña? la tenía aquí hace un momento.

-Señora, se la han birlado.

Dora apretó la mandíbula y repasó lo que había guardado dentro, nada valioso o que fuera imprescindible, los zapatos azules de raso y el neceser. Los billetes del avión y el dinero los tenía en el bolso que le colgaba en bandolera.

-Agarra bien el bolso, haz el favor, ya te dije que no perdieras de vista el equipaje.

-Ahora voy a ser yo la culpable, tu también estabas aquí cuando nos la han robado, ha debido de ser ahora mismo.

-Entra en el taxi, vamos con el tiempo justo.

-¡Qué rabia! Tenía en la maleta los zapatos que compramos en la entrada de la iglesia.

-Ya te comprarás otros en Bruselas.

-Sí, pero no serán ni la mitad de bonitos.



Ilustraciones, Entrada de espectáculo del mago británico Evanión (Henry Evans 1832-1905).

martes, 3 de marzo de 2009

El niño se resiste, está asustado pero es absolutamente necesario que las lombrices desaparezcan para que toda la familia disfrute de las vacaciones en la montaña. Sin picores, en todo caso, la comezón vendrá por otras causas, quizás por la inoportuna picada de un tábano o de cualquier otro animalillo que goza también del verano en los prados altos.



Ilustraciones, Vintage poster.

domingo, 1 de marzo de 2009

Traición

Foto,The abduction of sita, 1918. NYPL.

-¿Qué número salió ayer?
-Acabado en veinticinco.
-El mío acaba en diecisiete, es un número guapo, le tengo fe y el desgraciao va y me  falla. Maldita sea.
Julito tiró con furia el cupón del sorteo que cayó justo sobre una vomitona reseca en la acera. Se había gastado todas las ganancias porque confiaba en que saldría  su número. Durante toda la noche lo había velado, arrullado junto a su corazón, en el rincón del suelo, donde antes hubo un despacho del que aún quedaba un desvencijado archivador que había salvado dos ruedas. Dentro de su saco, lo más preciado que tenía, pasó la noche inquieto y desvelado, planeaba el destino de las futuras ganancias con las que iba a decir adiós a la ciudad. Entre sueños hacía planes para irse a vivir a Matalascañas y empezar de nuevo. Un chiringuito de alquiler en la playa, donde dormiría de noche y vendería de día bebidas fresquitas; al acabar el verano era seguro que tendría las ganancias dobladas y podría alquilar un apartamento pequeño por buen precio para dedicarse a las ventas de chucherías cerca de alguna escuela. Una vida digna. Y pagaría un dentista para que le hiciera el postizo de los tres dientes que había perdido y que le hundía el labio.
Estrellao, he nació estrellao!
Julito dio puntapiés a las papeleras y a las paredes a lo largo de la calle santa Ana. Sintió odio contra toda esa gente que pasaba por su lado. ¿Por qué  yo no? se preguntaba a grito pelado. La gente se apartaba a su paso. Bajó por La Rambla hasta llegar a la Plaza Real y de allí, aún con la rabia encendida en los ojos, entró en un local pequeño y maloliente donde dos mujeres embutidas en una malla transparente y negra, buscaban una sensualidad que les era esquiva.     

-Para entrar aquí hay que pagar, chato. Hoy no se fía ni mañana tampoco, ja,ja,ja.

La bailarina de pelo rojo, Dora,  era también la camarera y la mandamás del antro.
Julito tocó los dos euros que tenía en el bolsillo secreto en su calzoncillo, él mismo se lo había cosido, ahí guardaba siempre dos euros para cualquier emergencia.
-¿Cuánto vale una caña?
-Para ti, uno cincuenta.
-Venga esa caña.
-En este establecimiento se paga por adelantado.
La moneda de dos euros rodó hasta el taburete donde se contoneaba la morena.
Julito se sentó en la única silla con respaldo que había en el local. Un cliente de  pelo largo, ensortijado y gris cerró la puerta de un portazo. Casi a oscuras, Julito sorbió la cerveza, las mujeres bailaban la canción No dudaría, cantada por Antonio Flores. Tarareó por lo bajo la letra, con los ojos cerrados y poco a poco la ira se transformó en tristeza.

Si pudiera sembrar los campos que arrasé ... si pudiera olvidar aquel llanto que oí.





domingo, 22 de febrero de 2009

Afghanistan mon amour


   
  Helen Menken and Basil Rathborne 1926 (Jacques Virieu) NYPL


Apenas había entrado en la habitación del hotel, Dora se quitó las botas negras, casi militares con herrajes plateados que cerraban la embocadura de la pierna y se probó los zapatos, de piel tersa y de un azul limpio y elegante, pensó en su vestido de seda amarilla y aunque lo tenía en su armario de Bruselas, podía muy bien imaginar el efecto que causaría el conjunto en la próxima fiesta del Instituto.

- Son preciosos y una verdadera ganga, ¿no opinas lo mismo, amor mío?

-No están mal, quizás demasiado llamativos para mi gusto. Ese azul no acaba de convencerme.

-¿No? pues, para que lo sepas, tengo intención de ponérmelos en la fiesta del Ejército.

José se sentó en la butaca que había junto al ventanal desde el que se podía ver la Rambla, con los puestos de flores y pájaros. Observó el movimiento lento y cadencioso de la multitud que avanzaba como impulsado por una invisible fuerza, sin voluntad propia, parecían muñecos en una cinta sinfín. Le comía la  melancolía.

-Dora, quizás este año no podamos ir a la fiesta.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasa?

Cómo podía decirle a su mujer con la que había compartido veinte años de su vida y dos hijos, que en Afghanistan, en su último destino como oficial de la OTAN, en servicios de inteligencia militar, se había enamorado alocadamente, lo reconocía, de una militar turca, de nombre falso: Adéle.
Era algo imposible, no podía ni siquiera juntar las palabras necesarias para explicar lo que sucedió en el Hotel Edén, mientras  Adéle hablaba con los tres talibanes soplones que se vendían por una caja de viagra  y dos botellas de güiski pelón.

Rememoró la escena, cómo la miraba a hurtadillas, enamorado como un bobo adolescente. Adéle negociaba con tres tipos de aspecto recio y matón. Gracias a ella obtuvieron un plano de la región este del país, donde tenía su asiento la guerrilla. Adèle, cinturón negro de kárate, pelo negro azabache, bigote sombreado como el de un muchacho púber, absolutamente adorable, no dejaba de pensar en  ella noche y día. Llegó a creer que estaba bajo los efectos de un hechizo como explicación a la perturbación que no le abandonaba.   
-Voy a estar sensacional. Explícate,¿porqué no podremos ir a la fiesta?
-Pues porque coincide con el cumpleaños de tu madre.

-Pero si mi madre cumple en otoño, no sé qué te pasa, estás atontado, hijo mío.

Dora caminó con sus zapatos azules por la habitación del hotel, con saltitos, imitaba un baile de pareja, canturreaba,  pensó que su marido era el hombre más cariñoso y familiar de todo el orbe, no solo le regaló una semana en Barcelona, sino que pensaba en su suegra como si fuera su propia madre.