lunes, 4 de marzo de 2019

Ultra real



 
Blog Vintage photografie

Sabemos que la realidad supera la ficción. Esta obviedad  se reafirma todos los días en las noticias, tan inverosímiles que aceptamos su existencia porque ya no somos capaces de imaginar nada peor. Damos credibilidad a lo que publica tal periódico, revista y, sobre todo, Internet, ese enloquecido generador de mentiras y medias verdades, muchas de ellas generadas por  Inteligencia Artificial, no solo indistinguible de la humana, sino en muchos aspectos más precisa, rigurosa, imaginativa y manipuladora.

Hablemos de ciencia ficción, el futuro se escribe en China y Taiwán y tiene un nombre: ultra realidad. Será porque es allí donde está sucediendo el futuro que es ya  presente. Triunfa la ciencia ficción de escritores orientales,  al mismo ritmo que se imponen su tecnología y los adelantos en todos los campos del conocimiento, desde la medicina a la astrofísica. Ellos, los chinos, son  los que viven con más intensidad  esta fase de transición humana,  la cuarta revolución, el despegue  de un nuevo modelo de civilización.


En occidente vivimos en la inopia, pocos saben de la magnitud del cambio, cómo afectará a miles de millones de personas y cambiará el planeta en un avance sin retorno. Hoy nos preocupa el Brexit y  las decisiones del  Banco Central Europeo, la caída del sector automovilístico y, vagamente en mi caso, un juicio en Madrid. Créanme, lo anterior es una distracción para incautos. Lo relevante pasa por China y Taiwán. En sus laboratorios se está diseñando el mundo de ahora.   

     
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Cuanto más pendiente de la política local, ese entretenimiento barato que genera oleadas de adhesiones, odios y que provoca parálisis  en el progreso social y cultural, mayor es el alejamiento de la ultra realidad. El término, acuñado por la ciencia ficción china,  plantea una visión impulsada por los cambios trepidantes que conforman una realidad que se adentra en la fantasía  cibernética. Los lectores  chinos de ciencia ficción leen con el ojo puesto en el futuro de la humanidad.

Escritores y lectores  son conscientes de que la robótica, la digitalización masiva y la  conectividad a escala planetaria, por no decir cósmica, pulveriza la visión de nacionalidades y pueblos divididos. Somos una humanidad interconectada que está dejando atrás un modelo social basado en las diferencias.

Stefan Zweig escribió El Mundo de ayer, donde recreaba la sociedad vienesa, el París del can can, los días de alegría y frivolidad que acabaron en las  zanjas de la Primera Guerra Mundial. Zweig lloraba las cenizas de aquel tiempo. Hoy, nuestro mundo de ayer es el presente que avanza con la tecnología 5G, los coches sin conductor, las células madre y la  regeneración de órganos. Las impresoras 3D pronto serán un utensilio doméstico que acabará con los comercios tradicionales y el modelo productivo que conocemos.  

Será habitual comprar el patrón de ropa, zapatos o vasos y fabricarlo en casa. A caballo de estos cambios que están emergiendo en ciudades como Shangai o Pekín, también  perdemos nuestra  privacidad,  alegremente entregada a los facebooks, whatsapps y otras aplicaciones, donde se abre paso el reconocimiento facial y biométrico. Un negocio suculento. En el rastro digital se compra y se vende nuestra identidad y estado emocional  sin que opongamos resistencia. No es un relato inventado para pasar el rato. Existe, se ha realizado ya una captación de datos de más de seis millones de jóvenes australianos en los que se analizó la emotividad,  los estados de ánimo que transmiten sus mensajes, los enviados y también los borrados. ¿Para qué? Para dirigir publicidad personal, comercial y política. Ya se sabe que la vulnerabilidad psicológica es proclive  a caer en adictivas promesas y compulsivas compras. Sí, estamos en el presente y  yo quiero escribir sobre ciencia ficción.


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En particular de El problema de los tres  cuerpos, del escritor  Cixin Liu, ingeniero informático de profesión, criado en la China de Mao en la  época de la Revolución Cultural. Más allá de  las circunstancias  históricas y geográficas que vivió en su país y que aparecen en la novela, plantea una cuestión filosófica capital: el futuro de la humanidad enlazado a la dependencia tecnológica y al contacto de una civilización extraterrestre

Una posibilidad que desearía que fuera motivo de noticia y charlas de café. ¿Se imaginan poner el foco del interés en el presente ultra real?  Sin duda mucho más divertido que escuchar esa verborrea narcisista y reiterativa que pretende pastorear el voto y que, por no tener, no tiene ni ovnis.      


4 comentarios:

  1. Me ha encantado tu exposición. Será porque pienso de igual manera? ... será el efecto que tiene el paso del tiempo sobre el talante que me ha tocado desarrollar?
    De todos modos, reconozco que instintivamente desde que la vida eclosionaba sobre mi biología tiñéndola de acontecimientos variados, el concepto de lo impersonal siempre bullía en el fondo de mi mente con grandes temores ocultos a dejarlo salir.
    En resumídas cuentas que has escrito unos conceptos de lo más realistas y que me han encantado. Pero claro quienes somos? En realidad nos estamos comunicando desde el presente, anecdótico, pasando hacia un futuro previsible por obra y gracia de una evolución que viene de tiempos inmemoriales .......y no sigo que el concepto de lo temporal me apasiona!. Pobres bichitos que nos definimos!

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  2. Emejota, coincidimos en tanto que no me extraña que tengamos las mismas curiosidades e interés por el instante en el que somos consciente de nuestra vida. Me asombra que la gente en general no se plantee la posibilidad de que no sea real lo que juzgamos como tal. Pasamos la existencia convencidos de que solo existe lo que capta nuestros sentidos y eso nos reduce a la jaula de lo biológico.

    Abrazos

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  3. Lo cierto es que la ultrarrealidad resulta cuando menos desasosegante.

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  4. Sí, sobre todo porque no acabamos de saber dónde estamos, si en esta realidad o en alguna otra de la que no somos conscientes.

    Saludos

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