jueves, 2 de enero de 2020

La cumbre de la felicidad


Escalera del  Chateau de Chambord.

Es de sobras conocido que la industria de la alimentación ha descubierto la fórmula diabólica del engorde humano sin efectos nutritivos. Masticar y tragar productos con los que apenas sentimos saciedad y nos impulsan a seguir comiendo, sean patatas fritas o rosquillas de factura industrial. La combinación de sal, azúcar y grasa, en proporciones que desconozco, crea el bliss point un concepto que significa  que comerlos nos lleva casi a la felicidad, pero sin alcanzarla nunca. Por eso no es suficiente una patata frita, unos crujientes de maíz o cualquiera de las versiones de picoteo que se venden en los supermercados. Consumir y no dejar sobras es el objetivo.   
La idea de llegar a ese punto de felicidad, que casi se toca pero que jamas se disfrutará, es una de las características más llamativas de estos tiempos y foco de la industria para crear necesidades consumistas improrrogables. 

Es una desgracia aspirar a la felicidad, a pesar de la muy citada frase de Jefferson  que la señala como justificación de toda vida humana. La ciega persecución del simulacro de felicidad, a través del consumo de bienes o de estados emocionales ortopédicos, es la prueba de que ha culminado con éxito la idiotez como  modelo social.  

Aquello que no sirve para una satisfacción inmediata o un beneficio material, desaparece de nuestro horizontes personal. La frustración y el perpetuo anhelo de la promesa de un cielo cercano que se aleja cuanto más cerca creemos tenerlo, provoca sufrimiento, agota y anula nuestra capacidad de pensar. Lloramos y odiamos las promesas porque el goce es menor de lo esperado, una sombra apenas vista, sin embargo se ha creado en un nuestro cerebro la adicción a la felicidad imposible.

    

Contra ese mal  solo existe un antídoto, la comprensión de que la vida es, ante todo, una sucesión de episodios que conducen a un final seguro. Tal certeza debería servir para abrazar nuestros actos desde la perspectiva de lo inútil, de lo que no  proporciona ganancias ni enriquecimiento en bienes y fama. Si hubiera un secreto para vivir con serenidad y aprovechamiento, creo que no serían otros que  la curiosidad por el conocimiento y la alegría que proporciona el amor, la amistad y la creación artística en cualquiera de sus manifestaciones. 

Con estas reflexiones he empezado el feliz año 20, mi propósito, el único, no es alcanzar el cielo, sino esquivar el infierno de los vivos, tal como aconseja  Italo Calvino en el diálogo final de Ciudades invisibles.

El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe  ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno y hacerlo durar y darle espacio.                 

  


       

          

7 comentarios:

  1. Qué bien que te gusta Italo Calvino, es de mis favoritos. Hace muchos años leí su trilogía (el barón, el vizconde, el caballero...) y me entusiasmé. Como ensayista no tiene precio, así que en sus libros pulula la indagación filosófica, vitalista. Dices: "Contra ese mal solo existe un antídoto, la comprensión de que la vida es, ante todo, una sucesión de episodios que conducen a un final seguro". De acuerdo, pero receta que solo podemos entender y asumir quienes tenemos una edad que corre que se las pela. ¿Quién en estos tiempos líquidos y urgentes se plantea otra cosa sino vivir al día una vida que no es suya, como muchos se piensan, sino la que impone el sistema a través de todo: alimentación, publicidad, costumbres,redes mediáticas, ideologías superficiales...? Cuando hemos sido jóvenes no queríamos hacer reflexiones profundas, pero algunas sí que hicimos, gracias al leer y a un diálogo ágil y perseverante, eran otros tiempos donde el encuentro tenía muchas inquietudes y la gente que nos comunicábamos podía ser de diferentes extracción social y, por lo tanto, nos aportábamos mucho.

    Coincido contigo en lo del interés y curiosidad por conocer como horizonte llevadero y útil, tanto para la dinámica neuronal como para el ejercicio del pensamiento. Por supuesto que uno puede embarcarse a cualquier edad, siempre que lo permita su estado y disposición social y económica, en planes de mejora personal, pero sin desdeñar nunca el de la mente, el de la relación -cada vez más difícil- con otras personas en proyectos o simplemente en intercambio de ideas, el de la reflexión que surge del contacto con un libro, el ejercicio creativo siquiera un blog y no te digo quien sea capaz de ser plenamente literato o pintor, por ejemplo. Puesto que nos vamos a enfrentar antes o después a lo ineludible, no soy de los de tirar la toalla y dejarme caer en el sofá. Siempre se puede hacer otra cosa, siempre podemos desarrollar una actividad consciente y elegida (no me refiero a ir al gimnasio, que también y allí quien lo vea como objetivo que le llena) que en nuestro interior destaque una voz que diga: esto te da sentido, esto te llena, no llegas lo suficiente porque el mundo es inmenso y tu capacidad limitada y tu tiempo cada vez más reducido, pero merece la pena el esfuerzo. Hay quien dice: me gustaría morir en el sueño. O quien sugiere divertido: a mí haciendo el amor. O simplemente: se me caen los dedos del teclado y el libro de las manos y no despierto jamás. Yo considero que hay muchos ejercicios inútiles desde el punto de vista del sistema establecido que todo lo mide por producción y ganancia, pero sumamente útiles para mantener una filosofía de la soportabilidad de la vida a edades lo más avanzadas posibles, si el cuerpo colabora. Lo que uno hace y le dota de sensibilidad, alegría y estabilidad emocional es suficiente para no necesitar nada más. Por supuesto, que la ausencia del dolor no nos acompañe y el mal pase de largo sobre nuestras vidas. Me uno a los deseos modestos pero profundos que invocas para 2020, Marga.

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    1. Gracias,Fackel, tus palabras siempre tiene largo alcance y ayudan a comprender mejor lo que hemos escrito.
      Es verdad que hay que tener vida detrás, experiencias de las que sacar, si no moraleja sí un mejor entendimiento. Vivir con frenesí sin pensar en el mañana es propio de la juventud, no viene a cuento en la edad de lo descubrimientos plantearse la utilidad de nuestros actos y las consecuencias futuras. Llegados a la edad en la que las expectativas vitales encogen, se abre camino el sentido de la propia vida y la elección de lo que merece ser digno de nuestra pasión menguante. Hay más cálculo y menos confianza en que las cosas salgan bien. Nos hemos convertido en perros pavlovianos, a fuerza de recompensas y castigos elegimos lo que menos daño hace.

      Disfrutemos de este tiempo y del pequeño territorio de nuestros blogs, el lugar dónde aún circulan los sueños sin mayores contratiempos.

      Abrazos

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  2. Pues lo primero que diré es que como estoy menos activo últimamente, seguía convencido de que su blog estaba cerrado, y en mi lista de blogs, figura su última publicación con una antigüedad de un año. No sé si podré averiguar por qué pasa eso. Esto de Blogger es un arcano incompresible a veces. Felicitarla en el año nuevo, es lo segundo y lo tercero que, aunque parece que basamos la felicidad en lo material, eso en realidad no creo que nos haga felices, sino que satisface durante breves momentos nuestros sentidos, como una crujiente patata frita. Lo siguiente sería filosofar sobre lo trascendente, pero estamos a 8 de enero, aún queda mucho año para tratar ese y otros asuntos.
    Saludos.

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  3. Sí, este blog ha sufrido algunos percances, por eso no se actualiza con su antiguo nombre. He tenido que cambiar el nombre para que no siguieran usándolo en blogs maliciosos del este de Europa.
    Gracias por la visita y espero que tengamos ocasión de escribir sobre lo trascendente y lo mundano.
    Saludos

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  4. Ciertamente, y con toda la perspectiva que ciertas entidades materiales supuestamente dignas manifestaron y aún siguen manifestando. No se trata de infierno sino de asumirnos el mismísimo “inferos” y sentirnos parte de la inferioridad deleznable que se oculta tras la sensación de plenitud temporal engañosa. Manifestación por excelencia que regula el sistema binario que conforma las leyes de la materia y en la misma medida nuestro universo personal.

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  5. Ciertamente, y con toda la perspectiva que ciertas entidades materiales supuestamente dignas manifestaron y aún siguen manifestando. No se trata de infierno sino de asumirnos el mismísimo “inferos” y sentirnos parte de la inferioridad deleznable que se oculta tras la sensación de plenitud temporal engañosa. Manifestación por excelencia que regula el sistema binario que conforma las leyes de la materia y en la misma medida nuestro universo personal.

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    1. Mi percepción es que mientras en nuestro universo personal, como bien dices, no reconozcamos la engañosa ilusión de realidad, mal podemos avanzar en el conocimiento de quiénes somos y qué papel tenemos en este presente, pasado, futuro, esa la línea de tiempo que parece avanzar pero que no se mueve.

      Un abrazo y gracias por pasarte por aquí

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