El libro de Job atraviesa los siglos sin perder el lustre literario, la historia que cuenta afecta a los lectores, sean o no religiosos, porque informa de la inseguridad de la vida humana, de su inestabilidad y fugacidad. Nada es para siempre, bienes y vida podemos perderlos en un instante. Es una obviedad, sí, pero pocas veces nos paramos a pensar en la cantidad de energía que empleamos, y desperdiciamos, en atrapar y conservar lo que no nos pertenece.
El argumento del Libro de Job es el siguiente: Dios pone a prueba a Job instigado por un Satanás desafiante, pues afirma que la virtud de Job se debe a su opulencia económica, la buena salud y la familia gozosa y ejemplar de la que disfruta. Tan seguro está Dios de la fidelidad de Job que permite a Satanás que le inflija todos los males que una persona puede soportar.
La respuesta de Job a las innumerables desgracias es el silencio, ni un reproche sale de su boca. Y ante tal mutismo, Satanás se rinde pues ha quedado demostrado su amor incondicional a Dios, de manera que Job recupera con creces todo lo perdido.
El final feliz a la historia de Job tiene moraleja: la resignación merece el premio extraordinario. Sin embargo, esta interpretación tradicional no me parece que responda a la intención de quien escribió el Libro de Job. El relato nos lleva, en mi opinión, al estoicismo que es la aceptación que implica un sabio conocimiento de la naturaleza de la vida. Cuando todo está fuera de nuestro control, y lo está siempre, de nada sirve lamentarse y obcecarse en el sufrimiento. Al contrario, la aceptación serena de las adversidades, nos deja la mente preparada para la reflexión y la acción, en el caso de que podamos remediar algo.
El estoicismo es el apoyo imprescindible para navegar por la vida, y si hoy invoco El libro de Job es porque he vuelto a leerlo gracias a una página encontrada en la calle. Al recogerla, llevada por mi curiosidad, no me he percatado al principio de que se trataba de una página de la Biblia, el papel era basto y la tipografía tamaño 12, nada del delicado papel con letras capitales de oro de la Biblia de mi madre. La he guardado en el bolso. De vuelta a casa, me he enfrascado en el resto del texto bíblico, y me ha maravillado el relato y su dinámica argumental en boca de los amigos de Job y del propio protagonista.
A lo largo de la mañana he leído las noticias en internet y creo que esta página arrancada es una sincronicidad (si hago caso de Jung). Una coincidencia que no sucede porque sí y tiene significado para mí, pues une dos elementos inconexos: la hoja perdida y mi atención sobre ella, ambos constituyen un "acto de creación en la línea temporal" si seguimos con la teoría junguiana. Así que me doy por avisada. Guerras, epidemias, el anuncio de próximas hambrunas aparecen en el escenario actual. Lo raro, me digo, es que la página haya caído en mis manos en vez de ir a parar ante los ojos de quienes galopan los cuatro jinetes. Por ahora no entiendo nada y espero otra señal para atar los cabos definitivos.
Certera y vibrante concatenación de imágenes e ideas. Me gusta esa idea de sincronicidad que yo cultivo desde siempre sintiendo que nada es casual sino necesario por mínimo que sea. Esa hoja volandera que te ha llegado a ti sobre la historia de Job es como si me hubiera llegado a mí también para recordarme esa aceptación de la adversidad como un capítulo esencial e inevitable en nuestras vidas. Hoy he hablado con mi hija, que está sufriendo, pero no puedo hacer demasiado salvo darle palabras. Me duele verla sufrir. Aceptación, resignación, sumisión -esta palabra me cuesta pero pienso que es precisa- ante el destino.
ResponderEliminarSigue sin actualizarse tu blog en mi blogroll. He llegado por puro azar y porque lo buscaba, tal vez esto sea más real.
Gracias, Joselu, el que busca encuentra, ya lo sabes o al menos parece que muchas veces ocurre así. Creo que la gran frustración de las sociedades que hemos vivido, y vivimos con una gran bienestar económico, es olvidar que nos rodea el sufrimiento en todas sus formas y mientras no desarrollemos la sensibilidad y el conocimiento, poco avanzaremos. No confundo la resignación con la aceptación, en la segunda sabemos que poco podemos hacer, pero comprender y aceptar nos ayuda a sobrellevar y actuar en la medida de nuestras fuerzas. En fin, cómo decía no sé quién: lo difícil es vivir. Que estés al lado de tu hija en estos momentos es el mejor apoyo que puede tener.
ResponderEliminarEn cuanto al blogroll, estuve trasteando, pero parece que sin resultado.
Saludos
Desde luego el mundo no está para alegrías. Los malos presagios se imponen; quizás solo quede sobrellevarlo con estoicismo o con resignación según cada cual. O quizás haya esperanza…
ResponderEliminarUn saludo.
Desde luego, parece que la mejor actitud sea la de actuar sin perder la esperanza. El estoicismo ayuda a entender que la vida es una montaña rusa y en nuestras manos está intentar aliviar el mareo, la amistad, el amor, las lecturas, la música, la contemplación de la naturaleza son buenos compañeros en estos tiempos.
EliminarSaludos
Si uno dispone de una acogedora subjetividad se me antoja que lo mejor sería encerrarse en ella y callar. El ruido mundano tan inconveniente como su naturaleza.
ResponderEliminarUn abrazo y cuídate mucho y bien brillante mujer!
Qué alegría verte por aquí, pues sí, callar es una buena elección cuando el griterío exterior ensordece. Un abrazo enorme para ti.
EliminarTe leo y sonrio
ResponderEliminarun abrazo desde el mar que está cconmigo
Gracias, Recomenzar, otro abrazo desde este lado del mar, la verdad es que me queda un poco lejos para verlo desde la ventana.
EliminarGracias bella te leo y me gustas
Eliminarbeso