domingo, 22 de mayo de 2022

Conspirar contra Job







El libro de Job atraviesa los siglos sin perder el lustre literario, la historia  que cuenta afecta a los lectores, sean o no religiosos, porque informa de la inseguridad de la vida humana, de su inestabilidad y fugacidad. Nada es para siempre, bienes y vida podemos perderlos en un instante. Es una obviedad, sí, pero pocas veces nos paramos a pensar en la cantidad de energía que empleamos, y desperdiciamos, en atrapar y conservar lo que no nos pertenece.

El argumento del Libro de Job es el siguiente: Dios pone a prueba a Job instigado por un Satanás desafiante, pues afirma que la virtud de Job se debe a su opulencia económica, la buena salud y la  familia gozosa y ejemplar de la que disfruta. Tan seguro está  Dios de la fidelidad de Job que permite a Satanás que le inflija todos los males que una persona puede soportar.  

La respuesta de Job a las innumerables desgracias es el  silencio, ni un reproche sale de su boca. Y ante tal mutismo, Satanás se rinde pues ha quedado demostrado su amor incondicional a Dios, de manera que Job recupera con creces todo lo perdido. 

El final feliz a la historia de Job tiene moraleja: la resignación merece el premio  extraordinario. Sin embargo, esta interpretación tradicional no me parece que responda a la intención de quien escribió el Libro de Job. El relato nos lleva, en mi opinión,  al estoicismo que es la aceptación que implica un sabio conocimiento de la naturaleza de  la vida. Cuando todo está fuera de nuestro control, y lo está siempre, de nada sirve lamentarse y obcecarse en el sufrimiento. Al contrario, la aceptación serena de las  adversidades, nos deja la mente preparada para la reflexión y la acción, en el caso de que podamos remediar algo.

El estoicismo es el apoyo imprescindible para navegar por la vida,  y si hoy invoco El libro de Job es porque he vuelto a leerlo gracias a una página encontrada en la calle. Al recogerla, llevada por mi curiosidad, no me he percatado al principio de que se trataba de una página de la Biblia, el papel era basto y la tipografía tamaño 12, nada del delicado papel con letras capitales de oro de la Biblia de mi madre. La he guardado en el bolso. De vuelta a casa, me he enfrascado en el resto del texto bíblico, y me ha maravillado el relato y su dinámica argumental en boca de los amigos de Job y del propio protagonista.  

A lo largo de la mañana he leído las noticias en internet y  creo que esta página arrancada es una sincronicidad (si hago caso de Jung). Una coincidencia que no sucede porque sí y tiene significado para mí, pues une dos elementos inconexos: la hoja perdida y mi atención sobre ella, ambos constituyen un "acto de creación en la línea temporal" si seguimos con la teoría junguiana.  Así que me doy por avisada.  Guerras, epidemias, el anuncio de próximas hambrunas aparecen en el escenario actual. Lo raro, me digo, es que la página haya caído en mis manos en vez de ir a parar ante los ojos de quienes galopan los cuatro jinetes. Por ahora no entiendo nada y espero otra señal para atar los cabos definitivos.    

                


14 comentarios:

  1. Certera y vibrante concatenación de imágenes e ideas. Me gusta esa idea de sincronicidad que yo cultivo desde siempre sintiendo que nada es casual sino necesario por mínimo que sea. Esa hoja volandera que te ha llegado a ti sobre la historia de Job es como si me hubiera llegado a mí también para recordarme esa aceptación de la adversidad como un capítulo esencial e inevitable en nuestras vidas. Hoy he hablado con mi hija, que está sufriendo, pero no puedo hacer demasiado salvo darle palabras. Me duele verla sufrir. Aceptación, resignación, sumisión -esta palabra me cuesta pero pienso que es precisa- ante el destino.

    Sigue sin actualizarse tu blog en mi blogroll. He llegado por puro azar y porque lo buscaba, tal vez esto sea más real.

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  2. Gracias, Joselu, el que busca encuentra, ya lo sabes o al menos parece que muchas veces ocurre así. Creo que la gran frustración de las sociedades que hemos vivido, y vivimos con una gran bienestar económico, es olvidar que nos rodea el sufrimiento en todas sus formas y mientras no desarrollemos la sensibilidad y el conocimiento, poco avanzaremos. No confundo la resignación con la aceptación, en la segunda sabemos que poco podemos hacer, pero comprender y aceptar nos ayuda a sobrellevar y actuar en la medida de nuestras fuerzas. En fin, cómo decía no sé quién: lo difícil es vivir. Que estés al lado de tu hija en estos momentos es el mejor apoyo que puede tener.
    En cuanto al blogroll, estuve trasteando, pero parece que sin resultado.
    Saludos

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  3. Desde luego el mundo no está para alegrías. Los malos presagios se imponen; quizás solo quede sobrellevarlo con estoicismo o con resignación según cada cual. O quizás haya esperanza…
    Un saludo.

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    1. Desde luego, parece que la mejor actitud sea la de actuar sin perder la esperanza. El estoicismo ayuda a entender que la vida es una montaña rusa y en nuestras manos está intentar aliviar el mareo, la amistad, el amor, las lecturas, la música, la contemplación de la naturaleza son buenos compañeros en estos tiempos.
      Saludos

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  4. Si uno dispone de una acogedora subjetividad se me antoja que lo mejor sería encerrarse en ella y callar. El ruido mundano tan inconveniente como su naturaleza.
    Un abrazo y cuídate mucho y bien brillante mujer!

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    1. Qué alegría verte por aquí, pues sí, callar es una buena elección cuando el griterío exterior ensordece. Un abrazo enorme para ti.

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  5. Te leo y sonrio
    un abrazo desde el mar que está cconmigo

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    1. Gracias, Recomenzar, otro abrazo desde este lado del mar, la verdad es que me queda un poco lejos para verlo desde la ventana.

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    2. Gracias bella te leo y me gustas
      beso

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  6. Casualidades y causalidades van de la mano o, al menos, no son incompatibles. El Libro de Job, aun siendo duro y bastante desolador, siempre me llamó la atención. Creo que todos los libros antiguos, con pretensiones morales, tienen su haz y su envés. Recordarnos nuestros límites, tanto en haciendas como en bienes, no quita el terror que nos produce vernos reducidos a la pérdida. Ni el Libro de Job, ni la religión y sus variantes, compensa nuestro sufrimiento llegado el caso. Me ha interesado siempre más Marco Aurelio o Séneca, si bien tampoco resuelven lo que no tiene solución. Al menos nos hacen razonar, animan a simplificar el fondo de nuestras existencias y a saber tomarnos las cosas con calma. También o sobre todo tenemos otro problema, y es que los occidentales de las generaciones a las que pertenecemos hemos vivido bastante bien (por supuesto, habría que precisar en función de la posición de clase que hayamos ocupado cada cual) y ahora que vemos las orejas al lobo temblamos. Pero no tenemos en cuenta que grandes regiones de los continentes llevan en peores circunstancias que nosotros y hemos vivido de espaldas a ellos. ¿Sabrán de Job? ¿Creerán en ofrecer la otra mejilla que contaba otro profeta célebre, según la leyenda? Ya ves, uno es escéptico contundente, estoico como aprendiz, epicúreo cuando me lo puedo permitir, cínico cuando necesito ignorar la barbarie y atomista cuando pienso en que la luz viene cuando se aplica y se reparte el conocimiento que nuestra evolución nos ha permitido. Pero todo es discutible, por supuesto.

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  7. No soy anónimo, soy Fackel pero ha salido así. Un abrazo.

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    1. Hola, Fackel, en cuanto he empezado a leer tu comentario, sabía que eres tú, tienes un estilo inconfundible. La lectura de las desgracias de Job y su tolerancia al dolor y la pérdida, es un estoicismo bíblico, religioso y acomodado al código moral judaico, pero no le resta poder. Quiero decir que conmueve la aceptación del dolor sin desesperación, pues qué otra cosa es la ley evolutiva sino una continua adaptación a circunstancias hostiles para la humanidad. y desde luego, los pueblos y las comunidades que pasan mil penalidades son la mayoría. Estas gentes el libro de Job de lo pasan por el arco del triunfo porque su vida es una continua serie de pérdidas y sufrimiento. Nosotros vivimos pendientes del rasguño en la uña, qué les importará a los que viven bajo las bombas o en campos de refugiados, el covid y otras amenazas que a nosotros nos parecen casi apocalípticas. Abrazos mil.

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    2. Muchos libros de la tradición hebraica tienen trampa. Los que hablan de guerras y enemigos ocultan como fondo de la cuestión verdaderos enfrentamientos por territorios, hegemonías y seguridades, como hoy día, y utilizan la posible realidad para realzar su moral y cantar a su Yahvé. En otros, como el de Job, se proponen pruebas a la integridad de los hombres para acabar volviendo a cantar a Yahvé con el que más sufrido de los mortales no rompe, la sumisión ante todo como ejemplar. Los textos bíblicos son obras humanas de tradición oral que han cumplido fines nada espirituales, por cierto. Salvo que la espiritualidad sea algo tan precario y de saco sin fondo que sirve para justificar las mayores tropelías. Es un tema interesante que nos llevaría mucho tiempo analizar, y el análisis sería además limitado. Pero todo todo tiene trampa.

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    3. Desde luego, pero dime qué textos sagrados, de cualquier tradición, no tiene en común con la Biblia servir para transmitir un código moral, un modelo social y religioso con intención de controlar una comunidad. Mircea Eliade, que había sido un gran estudioso de las sabidurías ancestrales, interpreta los textos religiosos también como una manera de acceder a un conocimiento oculto y mucho más profundo de lo que aparenta un lectura superficial. Y es que, Fackel, aunque nos cueste aceptarlo, el homo sapiens necesita una invocación a lo sagrado -desconocido-y revestirlo de ritos para atraer la simpatía, o llámale buena suerte, de los dioses.

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