miércoles, 23 de diciembre de 2020

Invierno 2031



                 Hubo una vez, en un planeta remoto en el tiempo y en el espacio, ciudades y pueblos en los que sus habitantes se afanaban todos los días en sus obligaciones. Las calles, sobre todo en las grandes ciudades, estaban en aquel tiempo atestadas de paseantes, gente que transitaban de un lugar a otro. En las viejas ciudades del pasado, todas parecidas, las personas aspiraban a alcanzar la ancianidad protegidos por el ahorro acumulado, protegidos por la pensión que esperaban recibir por una vida de trabajo. Suspiraban por la jubilación y los beneficios que el Estado proveía a sus ciudadanos, en recíproca contribución por el dinero que durante la actividad laboral habían aportado. Trabajadores por cuenta ajena, patronos, artistas, personas de todos los  oficios y actividades conocidas levantaron Estados y forjaron una sociedad en la que miles de funcionarios velaban por mejorar la salud y asistir a los ciudadanos en los desastres personales y colectivos. El estado del Bienestar, así se conoció esa época, duró apenas seis décadas en Occidente. 

                En el siglo XXI, en el año 20, en cronología terrestre,  un virus rebelde a tratamientos y vacunas apareció en escena. La epidemia destruyó en pocos meses  la actividad comercial y económica, el orden internacional se tambaleó mucho más rápido de lo que nadie pudo imaginar. En los años treinta, solo diez años después de la aparición del virus, el mundo se había transformado en una sociedad con un solo gobierno planetario que dictaba las instrucciones, de obligado cumplimiento, para los cuatro mil millones de habitantes. La caída de la demografía, el desarrollo tecnológico, la inteligencia artificial, las ciudades vacías, los edificios abandonados y ruinosos dibujaban un paisaje melancólico, irreal para los más viejos que aún recordaban el mundo anterior. Sin embargo, la  humanidad superviviente aceptó de buen grado la desaparición de la vida social y familiar; la reducción del trabajo a unas escasas horas semanales, la renta básica en dinero digital que aseguraba la subsistencia de los habitantes del planeta conformaba a la mayoría. 

                 El desarrollo de la vida virtual, cada vez más sofisticada, hacia innecesaria la presencia física. Los hologramas, representaciones personales indistinguibles de la realidad, interactuaban, según un patrón social amigable diseñado para la felicidad. Los escenarios eran lugares que reproducían a la perfección  paisajes de antaño donde siempre lucía el sol. La actividad social fuera de las cuatro paredes de la vivienda era rara e inusual y requería un permiso de las autoridades. Los humanos se habían convertido en residuales e innecesarios para el progreso de la civilización terrestre. Llegó el tiempo de los robots humanoides, miles de veces más rápidos, eficientes y duraderos que sus inventores biológicos. La Tierra del año 2031 celebró  el solsticio de invierno, con una celebración universal en los salones planetarios virtuales. Los hologramas brindaron por la paz mundial y la estrategia contra el virus, en camino de ser vencido. Algunos de ellos se enamoraron, dos hologramas se besaron en directo. Una anciana de noventa años, desconectada de la red, ajena a la celebración, sola en un rincón no identificado de la costa mediterránea, abrió la última botella de champán y brindó consigo misma, era Navidad y empezaba a despuntar el alba.



                             

12 comentarios:

  1. Este panorama de 2031 es casi, casi, el mismo que estamos viviendo en el presente. En estas navidades, más de tres amistades mías, han brindado consigo mismas en sus casas. La interacción presencial ha quedado reducida a la mínima expresión y si se produce es de acuerdo con las condiciones que dictan las autoridades.
    Nos iremos adaptando, la adaptación es un signo de inteligencia. Para sobrevivir, los seres vivos, desde los microorganismos al mono que se peina, se han tenido que adaptar al ambiente y a las mil perrerías que iban apareciendo.
    Con la ayuda de ese concierto de piano de Beethoven, podremos adaptarnos mejor.
    Ah, por cierto, este segundo movimiento del concierto nº 5 de Beethoven es la pieza de piano que más me gusta del mundo mundial, sin esto no podría vivir.
    Un fuerte abrazo.
    Francesc Cornadó

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  2. Coincidimos en Beethoven y en especial, en este segundo movimiento. Es así, a la fuerza hemos de adaptarnos para sobrevivir. El mundo está en una etapa de transición, obvio es señalarlo, las expectativas de un retorno a la sociedad que conocimos es pensamiento mágico. Mientras llegamos a la otra orilla de esa tierra ignota, sigamos con nuestros afectos arropados con la reserva inagotable de música y lecturas.

    Otro gran abrazo.

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  3. Tal vez la perspectiva sea esa. Pero ¿sabes qué me pasa? Que como sé, o al menos sospecho o intuyo, que no voy a llegar fácilmente a conocer ese tiempo que dibujas no me siento atraído por las ficciones futuristas. Además ya se ven en muchos casos los pasos que van dirigidos a ese panorama. Por supuesto, podría no pensar tanto en mí y centrar en las generaciones que hemos engendrado, pero llega un momento que uno dice: que cada palo aguante su vela. Mientras, solo queda ir adaptándonos. La pandemia está siendo un interesante ensayo -al margen de la barbaridad que acontece en todas las sociedades humanas por mor del coronavirus- sobre otros tipos de vida. Todo es cambiante, lo será más. Las cotas que hemos alcanzado pueden recortarse o venirse abajo, pero también se ensayarán nuevas formas de adaptación. La historia humana es la historia de la adaptación principalmente. Soy observador y vigilante de mi propia existencia y no quiero estar mediatizado, es decir, que los negocios que viven de alterar nuestra realidad a través de noticias y pseudorealidades no marquen pautas e mi existencia. Seguiremos aprendiendo, ubicándonos a las fases que lleguen, atándonos los cinchos de la comprensión de cuanto nos toque vivir.

    UN abrazo, mis mejores deseos para 2021, Marga.

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  4. Desde luego, Fackel, somos una especie muy resistente y adaptativa. Nos acostumbraremos a lo que venga, con más o menos resistencia, pero lo haremos empujados por nuestro instinto, el objetivo es sobrevivir.Forma parte de nuestro desarrollo evolutivo. Este panorama en el que he divagado podría ser una realidad o no, no sabemos que acontecimientos vendrán y cómo nos influirán.El mundo es hoy el de la tecnología y la digitalización. Ahí tienes a la gente que ha crecido con internet, alegremente sometidos a un hiper control sin que eso les importe, digo jóvenes y también viejos, quienes estamos navegando, aún a sabiendas de que perdemos una parte de nuestra privacidad, preferimos sacrificarla, antes que perder la oportunidad de disfrutar la realidad virtual. Cambia nuestro mundo y al poder le es más fácil identificar a los individuos, nada bueno para el bien común saldrá de esto. Lo sé y con esa consciencia de vigilancia sigo mi vida, aunque no puedo evitar pensar en un futuro.

    Gracias, Fackel también te deseo lo mejor para este año 1 de la nueva era.

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  5. Me gusta tu escrito Me ha abierto a algo que no conocía dentro de mi ...
    Ha sido un placer leerte
    saludos desde Miami

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  6. Gracias, Recomenzar, me encanta que este relato te haya servido para conocerte un poquito más.

    Abrazos.

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  7. gracias por participar abrazos desde Miami

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  8. Parece que nos aventuramos hacia una nueva Edad Media.
    Saludos.

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  9. Sí, parece que se aproximan tiempos oscuros.

    Saludos

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  10. Quiera Dios que no suceda así!!!
    Pero qué bien escrito este post.
    Es un gusto.
    Te escribo desde Uruguay.

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  11. Las cuestiones se enfocan de muy diferente manera de cerca, donde el imperativo consiste en sacar la propia vida adelante y el colectivo que pretende autoregularse por los más diversos y contradictorios modos.

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  12. Aunque todo apunta a que suceda lo cuentas, espero que no sea de manera tan rápida ni tan excesiva.

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