martes, 15 de marzo de 2022

En el piano bar

 



En un barrio de mi ciudad existe un local  que solo abre un día por semana, los jueves. El lugar es una fantasía, un metaverso, dirían algunos modernos. La entrada está camuflada y el acceso ha de hacerse desde el interior de una escalera de vecinos. Hay un piano y, claro, una pianista. Los sillones  y los asientos de la barra del bar están tapizados de terciopelo azul, raído y descolorido en las zonas de mayor roce. Como digo, solo abre los jueves  de ocho a doce de la noche. No hay tele y está absolutamente prohibido encender los móviles. Si alguien, aunque no me consta que haya pasado, contraviniera esta norma, el propietario le echaría a la calle sin miramientos.   

En realidad hablo de un club privado que apenas llega a los veinticinco socios. El lugar es un  refugio para nostálgicos y amantes de las tertulias atemporales. Otra prohibición es no hablar de política  ni de sucesos de actualidad, así que quienes pasamos por allí los jueves salimos renovados, con la sensación de que el mundo real está entre la vajilla desportillada y la pianista ciega que toca solo lo que le apetece. Otra prohibición es solicitar melodías a la pianista; y una más es no sobrepasar dos unidades de alcohol. Esta última no me concierne porque yo no bebo apenas alcohol, y mucho menos fuera de las comidas.   

Todos los socios nos conocemos desde hace muchos años. El propietario sabe de nuestras preferencias y en cuanto ocupamos nuestros sillones preferidos, nos trae las bebidas habituales acompañadas de almendra saladas y aceitunas. Se sienta un rato con nosotros con intención de participar en la charla, pero enseguida nos deja para ocupar su taburete detrás de la barra. Le encanta entornar los ojos y cuando suena el piano, sigue el ritmo con la percusión de sus dedos.  La semana pasada, por ejemplo, la conversación trató de los futuros viajes en el tiempo, unos decían que no sería posible jamás y otros, defendíamos que quizás ya éramos viajeros sin saberlo. La pianista se arrancó a tocar: Petite fleur. La escuchamos cantar: Cette fleur, plus jolie qu'un bouquet.Elle garde en secret, tous mes rêves d'enfant, l'amour de mes parents…






10 comentarios:

  1. Qué excelente terapia aislarse de la realidad durante unos unas horas, una vez a la semana.
    Un saludo.

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  2. Desde luego, pero aún sería mejor aislarse una hora todos los días, (ese invento que se llama meditar) ayudaría a mantener la poca cordura que nos queda.
    Saludos

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  3. Pues qué interesante ese bar por horas y con derecho y reserva de admisión. Lo de los ¡móviles fuera! me parece fundamental. Creo que algún modo estar unas horas en ese lugar y con cierta gente y temas amenos ya es un túnel del tiempo o un dique seco o una vía muerta (pero viva) o un rincón donde se han detenido las horas.

    Divagar sobre futuros y posibles viajes en el tiempo es un tema bonito y onírico, qué cosas dirá la gente ¿no?

    La canción me devuelve al tiempo anterior de mí mismo, la voz de la cantora es preciosa, suave y a la vez firme, me veo viajando atrás atrás...

    Ni idea de lo que significa metaverso, no soy propenso a indagar y menos a utilizar sobre las palabritas que se ponen de moda, hayan existido antes o sean inventadas por los in.

    Gracias por el acompañamiento en medio de un tiempo y un mundo sometido a lo brutal e incierto. Un abrazo.

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  4. Sí, estimado Fackel, viajamos en el tiempo cada vez que salimos de esta realidad física para adentrarnos en la fantasía. Ese lugar que describo existe, está ubicado en una esquina de mi mente y cuando escucho una canción evocadora, pongamos que petit fleur, lo brutal, como bien dices desaparece para dejar paso a emociones donde lo fraternal, el amor y la amistad son la única escenografía.

    Abrazos

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  5. https://www.youtube.com/watch?v=2Ios-NT0fNI

    Yo he escuchado y visto esta tarde este concierto. La belleza triunfa, más allá de creencias, ideologías, mitos y modas ad hoc.

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  6. Por la belleza, presente en tantas creaciones humanas, y desde luego en la naturaleza, merece la pena seguir en esta vida. Gracias por el enlace, voy a él.

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  7. Gracias a ti por visitar este blog

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  8. Blogger no me carga tu blog. Lo asumo y sigo.
    Preciosa ocurrencia, retro para algunos nonatos. Cada generación acaba recogiendo lo que sus antecesores sembraron. Lo mejor para los sembradores, que no dejan de ser sino simples eslabones, es que mejor no acaben de ver las consecuencias finales de tantas cosechas enlazadas de cualquier manera.

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    1. Ya ves, es una ley infalible, lo que siembran nuestros antecesores es la comida que hemos de digerir, y no parece que nos hayamos esmerado, los de antes y los de ahora, en mejorar la siembra. Hay mucha paja y poco grano.
      Pues no sé qué pasa con mi blogger, no se actualiza, y mira qué lo he trasteado (quizás esa es la causa). Haré otro intento o pediré ayuda a los que saben.

      Abrazos mil.

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