sábado, 17 de marzo de 2012

Futuro con dos rusos.


Sciencie and invention magazine, 1925. Smithsonian.com. Paleofuture.

¿Cuál es la probabilidad de que en menos de cinco minutos dos rusos con el mismo  apellido se crucen en mi vida?  Una o ninguna.

Hoy  quería dedicar la entrada a los escritores de ciencia ficción (cf), los que inventan tramas en escenarios futuros, otros universos, también de los  que  echan mano  de la ucronía: de la reconstrucción de los hechos históricos conocidos pero que siguen un camino  distinto en virtud de un acontecimiento  que no ocurrió. Por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial, ha dado lugar a  novelas, no sé si también alguna película, que plantea cómo habría sido el mundo actual su  hubiera ganado Hitler.  O  si los griegos  hubieran ganado la batalla del Peloponeso contra Esparta.  Las ucronías  recurren a momentos cruciales, casi siempre bélicos en los que la humanidad, o al menos una parte de ella, se juega el futuro a cara o cruz.  

En mi caso, los relatos ucrónicos me interesan bastante menos que la literatura  de cf clásica, en la que se mezcla imaginación, conocimientos técnicos y  científicos en un  futuro lejano. O cercano pero transformado por un colapso  morrocotudo. 

Arthur C. Clark, Isaac Asimov, Stanislaw Lem, Carl Sagan,  los más conspicuos,  pertenecen a la categoría de científicos que escriben; Ursula L. Guin, William Ford Gibson, Phillip K.Dick, son escritores sin una particular formación científica. Hay muchos más, de una y otra especie, todos han creado mundos, han imaginado artilugios, han visto una humanidad en un contexto extraño al que conocemos, y algunos han acertado hasta tales extremos que se han convertido en visionarios. 


René Magritte. La Victoire.

Cronopaisaje, de Gregory Benford. Es un relato ingenioso que combinan el viaje en el tiempo, la reflexión moral sobre la humanidad y su acción  sobre la Naturaleza, en un sentido amplio que engloba las leyes físicas que gobiernan este Universo.  No sé si, caso de ser factible, se logrará  enviar un mensaje al pasado para evitar una catástrofe futura, que de eso trata este novelón de  ambiciones,  amor, codicia y desintegración de ilusiones, matemáticas y muchas diatomeas. 

He de confesar que mi  predilección son los relatos cortos de cf, porque aislan un motivo, un hecho que es el que le da sentido a la narración, para mostrarnos cómo  afecta  y qué consecuencias tiene para la humanidad, en todo caso es el punto de partida para que imaginemos otra manera de ver la realidad. 

Hace unos días leí la noticia de que, en Japón, están trabajando sobre un proyecto que consiste en usar el electromagnetismo para construir una especie de ascensor espacial que lanzará naves y satélites en la órbita terrestre. Esa idea es el núcleo de  un cuento de Arthur C.Clark  escrito en los años setenta.  

Vicktor Sholovski
Iosif Sholovski
Es precisamente este tipo de proyecciones futuras lo que me parece más sugerente de la cf; y no es un suceso raro, ni mucho menos. Quienes leemos este tipo de literatura, constatamos que una parte muy importante de la realidad tecnológica - y según se mire, social- la imaginó alguien hace muchos o pocos años y, casi siempre, con una precisión asombrosa. No me refiero a videntes o profetas, simplemente son escritores.

En cuanto a los dos rusos, he de explicar que  quería empezar esta entrada con un cita de un escritor ruso: Vicktor Sholovski, quien afirmó que el arte es una victoria sobre los mortíferos efectos de la rutina, representa lo cotidiano  de un modo insólito, de manera que con el arte recobramos la sensación de vida.  

Y ya había tecleado las primeras palabras de la entrada, cuando  he ido a hojear un ensayo de Carl Sagan en el que recordaba  una referencia a la literatura fantástica (que no he encontrado) cuando al abrirlo al azar, página 203 de La conexión cósmica, publicado  por Plaza y Janés en 1981, mis ojos leen que el astrofísico ruso  I.S Sholovski y Carl Sagan habían escrito un ensayo en 1966 sobre la posibilidad de vida extraterrestre y etcétera.  Una coincidencia de este calibre no me ocurría desde hacía meses, así que me he dicho,  los Sholovski quieren algo de mí,  quizás desean ser recordados juntos. No sabemos si eran parientes, amigos o ignoraban la existencia el  uno del otro, pero ¿qué importa las relaciones que tuvieran en el pasado si hoy ya es futuro?  
                  
               


viernes, 2 de marzo de 2012

Historia de una cobardía


Nagesh Goud



¿Quién entre nosotros no siente, de tiempo en tiempo,  que en algún lugar de futuro se encuentra un rincón mágico, o quizá terrible, en el cual encontraremos la Vida  en una actitud llena de promesas?  

En el prólogo al  relato de Henry James, La bestia en la Jungla,  la reflexión  anterior tiene mucho sentido porque plantea un conflicto universal, encarnado en el protagonista, John Marcher.  Somos el fruto de nuestro compromiso con el mundo  y, muy en particular, por los lazos que nos unen a otras personas. El vínculo que nos da la oportunidad de vivir es el Amor, sin que medie el interés, la utilidad, beneficio personal o cualquier otra satisfaccion material.  ¿Un ideal amoroso?  Nada de eso, Henry James trata en su relato el asunto  fundamental:  la cobardía del ser humano que marchita sus esperanzas y su proyección como individuo libre en favor de un egoísmo que le incapacita para vivir con plenitud.

En La bestia en la jungla,  Marcher renuncia al Amor porque es incapaz de salir de si  mismo  para integrarse en el proyecto personal de otra persona.  La cobardía  y el egoísmo  le convierten en un no ser. Una muerte psíquica que espera la oportunidad para reunirse con la biológica.  Quien huye del compromiso y sus peligros, da portazo a la esencia de su condicion humana,  pierde la identidad que nos define como especie, de manera que quien elige no ser nada para nadie, se transforma en un zombi que camina  torpe y receloso porque está privado, por propia voluntad,  de discernir y valorar la existencia, atemorizado  ante la perspectiva de ser descubierto en su verdadera dimensión de individuo vencido por propia mano. 

Mata la vida que no hemos vivido más que la vida vivida. Lo saben los letristas de boleros quizás mejor que los filósofos  y  lo saben algunos al llegar al último tramo de la vida.
 ¿Qué haría usted si tuviera la seguridad de volver a vivir? La mayoría destaca que se comportaría con más valentía que habría elegido un camino con más riesgos, no materiales, sino personales. 

La conquista de experiencias vitales que iluminan   la existencia humana es un  motivo suficiente para apartar de nosotros  el miedo a vivir. Y luego, si nos queda tiempo, podemos  leer a Henry  James  en su mejor relato, escrito con tanta elegancia y sabiduría  que sabemos, ya desde las primeras páginas en qué lugar de la vida queremos estar.          

  

 

lunes, 20 de febrero de 2012

¿Escribir? pero si es muy fácil



Sol in cor de leonis, detalle del retrato de de Johannes Kleberger, 1525. Albert Durero


Hace unos días asistí  a una comida en la que uno de los invitados trataba de demostrar que  existía un conocimiento secreto en manos de unos pocos.  Apenas una docena de personas  están al tanto del  secreto, saben cómo controlar la sociedad, qué guerras se preparan  y  cómo  y dónde  tendrán lugar  las revueltas sociales

Si sólo unos pocos conocen esa información vetada al resto de siete mil millones de habitantes, era evidente que él era uno de los elegidos, le dije.   Sonrió con satisfacción. En realidad, me contestó, no soy  uno de ellos, la  información la he obtenido por medios que no estoy autorizado a revelar. 

Y siguió  comiendo su lubina a la espalda, sin perder la expresión beatífica de quien pudiendo  destruir el mundo en un segundo, prefiere seguir el vuelo de una  mosca.

La existencia de un poder oculto en posesión de documentos prohibidos y de un saber que conduce al abismo o al paraíso, es una fuente de inspiración inagotable para algunos escritores.  Las verdades secretas  vinculadas a la religión y la magia, a un poder sagrado del que brota el conocimiento  atemporal y perenne,  son interesantes motivos para escribir novelones de seiscientas páginas. 

Mujer con unicornio. Raffaelo Sanzio, 1505.
 
La saga de novelas basadas en el misterio, en las que se mezclan las más rocambolescas -e hilarantes- tramas ha dado pie a un blog desternillante, en el que pulsando F5, se activa un archivo del que emergerá el esqueleto de un guión, a disposición de quien tenga el capricho de  convertirse en escritor de best-seller que traten de  magia y arte pictórico, templarios y Banco Mundial, tesoros y cibernética, papiros y  extraterreste y etcétera. Crea tu propia novela

El creador del blog, un benefactor de la humanidad, regala argumentos sin pedir nada a cambio.   Con este inteligente juego demuestra cómo los saberes ocultos que ansía conocer  la humanidad son irresistibles y venden muy bien. Claro que eso ya lo sabía Chaucer, cuando escribió: prohibidnos algo y lo desearemos.

Un elemento  sobresaliente del blog es que, sin pretenderlo,  señala una obviedad: que la literatura del siglo XXI, está en un proceso de destrucción, cambio y acomodación a la sobrehumana cantidad de información que recibimos, que no de conocimiento (Nasbitt) y que las generaciones de nuevos lectores manejan  formatos que imponen otra manera de leer.  

Mientras tanto, el  guardián de  todos los secretos, estaba ya en los postres, rechupándose la cucharilla con  la que rebañaba el resto de flan, cuando suspiró con nostalgia y entornó los ojos. Puedo describir sus gestos con toda precisión porque no le quitaba el ojo de encima, con disimulo y en barridos sucesivos, como  quien no quiere la cosa.  Insistí en que me diera alguna prueba de su saber prohibido.
Reconocerás a los que están en posesión del secreto por un símbolo, el cuadrado  con eje de abscisas, que lo divide  en cuatro cuadrantes, tal es su poder que define todo lo que hay que saber en este mundo.
 Entonces, su mujer, que estaba en la otra punta de la mesa, le gritó: ¡Manolo, haz el favor de darte prisa que dentro de media hora tienes la  presentación de tu libro!  

            

 

lunes, 6 de febrero de 2012

La negritud

Imagen del blog, Shakespeare politics and Italy.



Una de las actividades más entretenidas es la que consiste en seguir la pista de  las novelas escritas por autores muertos en la flor de su éxito comercial. Como por arte de magia, en cuanto  el escritor pasa a la categoría de difunto, sus deudos y editores descubren que tenía escrita una o varias novelas, diarios, reflexiones y etcétera, a punto para ser publicarse cuanto antes.  Por ejemplo, el autor de best sellers Robert Ludlum: su producción novelística es superior ahora que ha pasado a mejor vida, que antes, cuando era mortal.

Otra diversión inocente es la de adivinar qué escritores célebres tienen negros. Quienes se dedican a escribir a destajo en el nombre de otros,  son personas  que se caracteriza por su humildad y por dominar el arte de las evasivas. Es necesario que posean astucia e imaginación -ésta última, imprescindible- para eliminar la sospecha cuando familia y  conocidos se interesan por su fuente de ingresos.         




Uno de los escritores millonarios y de más éxito editorial es el famoso Tom Clancy,  reconocida marca comercial que recauda cantidades astronómicas por sus novelas y  las adaptaciones cinematográficas de las mismas.  Reconoce la editorial y él propio  Clancy, que dispone de un equipo de colaboradores para montar la historia, recopilar datos, escribir capítulos y ensamblar la trama. De la supervisión del trabajo   se encarga el escritor y  la editorial. Todo funciona como una perfecta cadena de producción.
 
El universo de los negros no se reduce a la literatura, también en las artes plásticas y  en la investigación científica se produce el mismo fenómeno, que se concreta en la voluntad de seguir haciendo caja cuando la inspiración, la enfermedad, la muerte o la pereza, ha dejado fuera de juego al famoso. No es nada nuevo.  Ser  negro mediante contrato laboral  no causa más molestias que cualquier otro trabajo asalariado,  pero  si  la relación laboral es para crear, inventar, descubrir  y tu obra acaba con el nombre de otros, entonces al explotado con tan malas artes le sale un sarpullido rebelde e incurable.

Un  caso celebre de usurpación de la creatividad y el esfuerzo es el que sufrió el  científico Nikola Tesla.   Acaba de publicarse una biografía escrita por Jean Echenoz, no la he leído pero sin duda recogerá la desgraciada relación de Nikola Tesla con sus empleadores. 
 
Desde Edison a Westinghouse y Marconi, todos ellos, se aprovecharon de la genialidad de este científico a quien no sólo le arrebataron la autoría y las ganancias de sus inventos, sino que sufrió todo tipo de difamaciones y falsedades sobre su persona y actividades.


Hace seis años leí un artículo sobre este genial inventor, que por aquel  entonces no conocía.  Busqué todo lo que había publicado sobre él, y hay mucho, incluso existe una Instituto-fundación  Tesla en Nueva York,  ciudad donde vivió desde que abandonó  Serbia,  lugar de su nacimiento.


La vida de Tesla es apasionante, está plagada de sucesos raros, incluso  su  propia muerte tiene todos los ingredientes para barruntar  que sus inventos alcanzan una trascendencia  que supera  los límites de la ciencia clásica. Cuando murió, agentes del FBI entraron en la habitación del hotel donde residía para llevarse todos los papeles. Esta información la encontré en las biografías, relatada por una sobrina que dijo  haber encontrado la habitación limpia. Sin embargo, en la página oficial del FBI niegan, con bastante ironía, por cierto, que existan esos archivos. Todo lo anterior contribuye a que exista una variopinta lista de teorías conspiradoras basadas en las invenciones secretas, ocultas al público por la susodicha y distinguida agencia federal de investigación.   

En 1976 se subastaron tres cajas con papeles de Tesla que fueron adjudicadas por veinticinco dólares. El nuevo propietario se llevó el lote sin saber que pertenecían al científico, o sí lo sabía pero le importaba un rábano, porque el buen hombre las apiló en un rincón y se olvido de ellas.  Unos años más tarde denunció  que tres hombres, vestidos de negro, precisó a la policía,  entraron por la fuerza en su casa  para robarle las cajas. 

Otro misterio sin resolver,  porque  en qué cabeza cabe que alguien puje para llevarse un lote y luego lo olvide sin que le pique la curiosidad por saber qué hay escrito en los centenares de páginas sueltas y varios cuadernos. Los ladrones iban vestidos de negro y se llevaron las cajas, como si fueran de la funeraria.
En fin, alguien miente: el FBI, el adjudicatario o la sobrina. Quizás los tres. Me gustaría saber si los hombres vestidos de negro, trataron con respeto los papeles póstumos de Nikola Tesla.      

      

domingo, 29 de enero de 2012

Tarde de domingo



William Orpe, Self-portrait, 1910. The Metropolitan Museum of art.
 

Hace unas semanas, un suplemento literario publicó un artículo sobre un autor misterioso: Trevanian. Tengo los tres libros que se publicaron  en España, La sanción del Eiger -se hizo una película con Clint Eastwood de protagonista- La sanción del Loo y Shibumi.  Durante un tiempo, un mes más o menos, leí a Trevanian y Dorothy L. Sayers, mientras en el tocadiscos sonaba  Breakfast in America de Supertramp, que entonces me gustaba mucho y ahora no tanto.     

Los dos escritores, tan distintos, tenían como protagonistas a  individuos  cultos y sibaritas, en especial Jonathan Hemlock, profesor de arte, que mata por encargo, vive en una iglesia rodeado de pinturas de grandes artistas  y es el tipo  duro  que se las sabe todas; en cambio, Dorothy L. Sayers, tiene a Lord Peter Wimsey, cuyos recursos intelectuales y astucia  son más que suficientes para descubrir al asesino. No mata ni se le ocurre usar la violencia física, en todo caso, algún empujón y sólo para zafarse de perseguidores y en legítima defensa.  

He vuelto a Trevanian, y  he tenido que dejar el libro al cabo de pocas páginas, por aburrimiento. 


Dorothy L. Sayers sigue magnífica  e indestructible, y su personaje,  Lord Wimsey, tampoco  decepciona.  En la novela,  El misterio de Bellona Club,  el detective que lo es por ayudar a los amigos  y sin ánimo de lucro, está leyendo un ejemplar del siglo XIV, de Justiniano, que le produce un placer muy especial.  Así que tenemos  a un hombre que disfruta leyendo la compilación de Derecho Romano, y eso no es todo, cuando  le interrumpe el mayordomo  para informarle de una visita que le priva de tan agradable lectura, musita: ¡Diantre!

La escritora británica publicó su primer novela en 1923, el Londres de la época,  las costumbres y usos sociales han desaparecido, pero Lord Wimsey nos trae noticias de la sociedad,  la de antes y la de ahora, con toda la carga de hipocresía y mezquindades; también generosidad y una comicidad basada en las incongruencias  del comportamiento humano, que nunca pasa de moda y que la escritora supo  analizar con delicadeza sin despreciar la sorna.

Mi intención hoy era escribir de Machado de Assís y de su novela Memorias Póstumas de Brás Cubas, pero se me ha ocurrido poner a Supertramp en Spotify -en un ataque  de nostalgia dominguera- y  ya se sabe que la evocación de tiempos pasados es traicionera.  
De la mano de  It's raining again,  me he desviado de mi propósito y ahora  ya es tarde. Sólo diré que el escritor brasileño del siglo XIX, Machado de Assís,  concibe en estas Memorias Póstumas  un retablo moral, irónico y bien hilvanado. Es la crónica de un muerto que se empeña en contarnos sus inventos y andanzas mientras reflexiona sobre la teoría filosófica de un  loco.
              

        

sábado, 21 de enero de 2012

Cultura sin permiso.

Imagen de 1910, propaganda de un teléfono sin hilos. Paleofutureblog.


El escritor llega a algo a costa de estudios interminables que representan un capital de tiempo o de dinero; el tiempo vale dinero, lo genera. Su saber es pues una cosa antes de ser una fórmula, su drama es una experiencia costosa antes de ser una emoción pública. Sus creaciones son un tesoro, el más grande de todos; produce sin cesar, trae consigo disfrutes y pone en marcha capitales y fábricas. De esto no se sabe nada. Nuestro país, que vela con escrupulosa atención por las máquinas, por los granos, la seda, el algodón... no tiene oídos, no tiene ojos, no tiene manos, en cambio, cuando se trata de sus tesoros intelectuales. Señores, nuestra desheredación es infame; pero no crean ustedes que éste sea el peor de los males del pensamiento.

No pedimos socorro ni protección, no tendemos la mano. Suplicamos que se iguale el pensamiento a las mercancías; no amenazamos, suplicamos que no se nos despoje.

 
Honoré de Balzac publicó en noviembre de 1834 una carta dirigida a los escritores, el fragmento anterior pertenece a ella. El plagio,  las copias, el mercadeo con creaciones de otros sin que les sea reconocido el mérito, ni  pagado el trabajo a los artistas  significa el final de una cultura libre. 


Que existan webs en los que se intercambian archivos, que el tráfico de ideas  no se interrumpa y que la información viaje a toda velocidad a la disposición de cualquiera que tenga conexión  es una Revolución  con mayúscula, como nunca antes se ha conocido. ¿Hay que limitar una tecnología con leyes que penalizan esta gran ola de conocimiento y creación en manos de la gente?  

La respuesta es  no. Otra cosa es que  no hay  mercado en el que los bienes sean libres y gratuitos,  internet ha de someterse a unas reglas internacionales que garanticen la protección de los derechos de  propiedad intelectual  de creadores e innovadores, esa es la base para que pueda seguir floreciendo  esa nueva clase emergente creativa, en palabras de Richard Florida, que nace con internet y que se está convirtiendo en una cultura muy poderosa.    

La leyes que protegen contra la piratería, como el caso de SOPA y PIPA, son el intento a la desesperada de las grandes corporaciones de la industria  de distribución de contenidos  que ven en internet un territorio ignoto y amenazador, un dominio público para compartir y crear.  




Lawrence Lessing, en su libro Cultura Libre, explica  que en 1945 se produjo un  conflicto que acabó en los tribunales con una sentencia famosa. Venía  a cuento de la aviación que empezaba a tener un gran desarrollo. Granjeros de Carolina del norte con tierras cercanas al aeropuerto, veían  morir sus pollos al paso de los aviones de combate. Se presentó demanda contra el gobierno por invasión de la propiedad- el cielo sobre sus granjas-y el consiguiente perjuicio económico. 

El fallo del juez fue el siguiente:  el sentido común se rebela ante esa idea de propiedad de los cielos, por más derecho consuetudinario  que sea, las leyes han de ajustarse a las tecnologías de su tiempo.  




domingo, 8 de enero de 2012

Siberia

Autumm day, Sokolniki 1879.  Isaac Levitan


Siberia. Dieciséis mil kilómetros de punta a punta, desde Yakaterimburg hasta el mar de Ojotsk. Colin Thubron recorrió esa distancia  en su mayor parte en ferrocarril. Atravesó  Siberia  durante los años finales del imperio soviético.  En su libro En Siberia, cuenta que en algunas aldeas habló con viejos que no distinguían  el régimen zarista, la  Revolución y la Perestroika. En esas tierras se decía que el Zar queda muy lejos y Dios está muy alto,  quizás era una manera de que el forastero, noble ruso o camarada del partido, entendiera que el territorio estaba libre de esclavitud y de cualquier tipo de servidumbre externa. Un salvaje este, un lugar peligroso, una tierra marcada por la ley física del más fuerte.  El paisaje que describe  Colin Thubron es la pesadilla de un agorafóbico, está habitado por personas que deambulan por inmensas ciudades trazadas con tiralíneas estalinista y mucho, mucho alcohol en vena. 
  
 La Siberia. En Barcelona hay una famosa peletería con ese nombre, en la que jamás he puesto los pies porque los abrigos de pieles me sientan fatal y, de haber tenido dinero  para una marta cibellina o un visón, lo habría gastado en un viaje  a Mélijovo, donde vivió Chéjov en una casa con un jardín donde en primavera florecían los cerezos.  

Princezna. Alphonse Mucha


¡Espérame en Siberia, vida mía!  es una novela de Enrique Jardiel Poncela que leí  en la adolescencia y me dejó  una querencia tal por ese descomunal territorio que, a pesar de la tundra, la taiga, los lobos y  las minas, los borrachos y el fantasma de Rasputín, sería capaz de viajar hasta Novosibirsk en enero  para tomarme un refresco en la plaza del pueblo, e incluso si hubiera algo de luz, leería fragmentos de la novela que trata de amor y es tan  profunda que parece tolstoiana. Para muestra, un botón: 

El secretario continuó la lectura equivocándose más que nunca. Decía: 
 -Y estando acabando la sesión , y siendo yo secretario se me rogó el mes pasado  que...
El presidente le interrumpió:
-¿Qué pone en el acta? ¿Se me rogó o me se rogó? 
-Se me rogó 
-Pues se dice me se.
-Se dice se me.
El presidente le miró de un modo torvo  y pegando con el bote  en el borde del tonel, aulló:
-Se dice me se, bestia. 
Una pausa. El presidente continuó :
-Cuando ibas al café a comer ¿qué pedías entremeses o entresemes?
-Entremeses- contestó el secretario anonadado. 
-¡Pues entonces!