sábado, 24 de noviembre de 2018
Gente difícil
A Chéjov le debo aprender a mirar, a identificar dónde se quiebra la feliz superficie del lago que deja ver el torbellino engullidor de esperanzas e ilusiones.
La vida es desorden, sí, pero también tiene instantes en los que resplandece la belleza como una invitación para entrar en el caos sin temerlo. Si la existencia es dolor y desesperación, también es un camino para descubrir nuestra fortaleza y con ella, la capacidad de desafiar el destino que otros eligieron para nosotros.
En Gente difícil, el padre inspira terror a su mujer e hijos, nadie en la familia se atreve a rechistar, hasta que un día, el hijo mayor, humillado y enfurecido por un episodio colérico del padre, le contesta e intenta, sin ningún éxito, que reflexione sobre el daño que provoca su conducta. La justa rebeldía del hijo, inesperada incluso para sí mismo, marca el fracaso del padre y un no retorno a la situación anterior.
viernes, 3 de agosto de 2018
La ignorancia nos come
Opere 2008, Sabrina Mezzaqui, Museum Voorlinden, Wassenar |
Leemos muy poco, incluso quienes se jactan de leer un par de libros semanales, o más aún, los que afirman leer un libro diario, leen una minúscula porción de lo que se publica.
Echemos cuentas, en España se publicaron 87.292 títulos en 2017, un poco más que en 2016 (81.391), según datos de ISBN. Los libros publicados en soporte digital en 2017 fueron 23.061 títulos. En el caso optimista de leer un título diario, 365 libros al año, tal cantidad es irrelevante, nos perdemos la mayor parte del conocimiento, diversión, aburrimiento o lo que fuere que nos pudiera provocar la lectura de esta biblioteca universal gigantesca.
Los lectores empedernidos tienen a su disposición el abrumador número de 60 millones de títulos que se calcula han sido publicados en el mundo desde el
siglo XV, la mayor parte son hoy de dominio público. Significa que no requieren
permiso para copiar y editar; colgarlos en la red tampoco crea problemas
legales. Antes esta inmensidad de libros, se añade cada año un millón más de
títulos publicados en todo el mundo.
Es una celebración de la cultura, inabarcable para cualquier humano que no disponga de una mente cibernética con posibilidades de leer a la velocidad de la luz. El goce de la lectura, esa experiencia adictiva, liberadora y contagiosa, es imperecedero y está protegido por un horizonte renovado de misterios y maravillas. La perspectiva oceánica de palabras engarzadas que construyen relatos -que nunca leeré- me provoca nostalgia de lo que ignoro.
Somos una especie grafómana, no conozco a nadie que no
asegure que está por escribir –si no lo ha hecho ya- una novela, poemario,
teoría filosófica, social, científica y
etcétera. El resultado es que la humanidad publica un libro cada medio minuto.
Pierre Mornet |
Así que frente a estos datos no queda más que reconocer que hemos leído apenas nada, no llega a un miserable uno por ciento para los lectores más tenaces y obsesivos.
Sin embargo, importa un bledo la cantidad de libros que leemos, jamás alcanzaremos la plenitud cultural, con esta convicción podemos sacar mucho provecho de nuestra ignorancia libresca. Lo hicieron otros con bibliotecas exiguas, o incluso sin apenas leer. Sócrates desconfiaba de los libros, una invención que, según su opinión, restaba recursos intelectuales para defender ideas sin la muleta de la palabra escrita.
¡Conque a Sócrates no le gustaban los libros! Pues no, y Séneca se lamentaba de que la inmensidad de libros en circulación disipaba el espíritu en vez de aclararlo.
Creo que no les faltaba una parte de razón, leer poco o mucho importa menos que ser capaces de entender y aprender de lo que vemos y sentimos, de la apreciación del mundo físico y emocional y de la interpretación mental que damos a la realidad.
Fuente: Los demasiados libros, Gabriel Zaid, 1972 (actualizado)
sábado, 21 de julio de 2018
Mentiras verdaderas
Hace una semana alguien en quien confío por su buen criterio y sentido común, me habló de una serie que echan en una plataforma digital, de esas que están desplazando a la tele, convertida en entretenimiento residual para viejos y pobres. La serie en cuestión trata de un especialista en movimientos faciales, gestos imperceptibles que él sabe interpretar para revelar qué se esconde detrás de las palabras.
El protagonista dirige una empresa dedicada a cooperar con la justicia y, gracias a sus dotes, determinar la culpabilidad de los sospechosos;
tiene dos colaboradoras la mar de listas –pero no tanto como él-que también saben leer
las señales faciales. Desde el primer episodio me
encandiló, aunque he de reconocer que después de ver media docena ya he perdido
interés porque, como pasa casi siempre con las series, se repite el patrón y las
historias son previsibles, un error imperdonable.
La cuestión es que en la serie, me
he redescubierto, sí, yo también sé leer el lenguaje facial y corporal. Al igual que una de las ayudantes del doctor Lightman (imperdible
nombre) el conocimiento del lenguaje no verbal me viene de
nacimiento. No es por hacerme la chula, pero mientras veía la serie pensaba, caray, si eso ya lo practicaba yo en mi
tierna infancia. Sucede que con el tiempo y el saber profesional y libresco,
la intuición queda relegada a un espacio cada vez más reducido y, como cualquier
habilidad natural, si no se practica casi
se pierde.
Anny Ondra, Carl Lamarc, 1930 |
La palabra adquiere unas
proporciones descomunales en el discurso humano, inmerecida en mi opinión, porque si el lenguaje es
fundamental para entendernos, los límites
del lenguaje son los límites de nuestro mundo (Witggenstein) las señales involuntarias de nuestro cuerpo tienen un poder
comunicativo muy superior. Ahí tenemos como ejemplo el discurso político y religioso, o cómo el lenguaje sirve para traicionar los hechos, pero para quien sepa observar y traducir los gestos, el engaño de los líderes queda al descubierto.
Afirman los que saben que el tono de voz y la modulación transmite un 30% del mensaje; el lenguaje corporal (incluye los músculos faciales) el 80%, así que nos queda un esmirriado 7% para trasmitir lo que queremos decir y conseguir que nos crean.
Quizás por esa razón la literatura es la mejor y más eficaz mentira, sólo la palabra escrita, desprovista de referencias físicas logra que la verdad aflore por encima de la verdadera intención del autor.
domingo, 4 de febrero de 2018
Función de onda a las doce
Una de las formas de representación del estado físico de las partículas es la función de onda, dimensión infinita que reúne los posibles estados de la materia. Quien quiera saber más sobre la función de onda que lea que a Von Neuman, Feynman, Max Born y otras notables mentes de la física más avanzada, porque nada más puedo ni sé explicar.
¿Por qué elegí este título para mi novela? Porque función es palabra polisémica, tanto designa una sesión de teatro como la actividad concreta de un órgano biológico, instrumento mecánico, musical, atribución administrativa o, una simple y entretetenida función de circo.
En cuanto a onda, más de lo mismo: onda o caracolillo, pliegue en el pelo, en el vestido, en un líquido; onda que es también la forma de propagar los campos electromágnéticos en el espacio. ¿Y doce? Las doce uvas, apóstoles, el sistema musical dodecafónico, ese sistema atonal que me pone de los nervios; la doce del mediodía, de la noche, los doce hombre sin piedad y tantos doces que no enumero para no cansar.
Función de onda a las doce, abre un campo de significados casi infinitos de los que me aprovecho para contar, entre risas y lágrimas, la vida de una mujer cincuentona, en paro que, la muy ilusa, cree en la literatura, preciso: cree que si escribe una novela saldrá de la pobreza y conseguirá pagar la hipoteca de su casa. ¡Pobrecilla!
He colgado en el lateral, Función de onda a las doce para quien quiera leerlo, es gratuito y descargable, si alguien saca algo en claro, le agradeceré que me lo haga saber.
La ilustración del libro es un regalo de Marina Durany, pintora y músico.
domingo, 29 de octubre de 2017
Juntos y revueltos
¡Qué tiempos espléndidos ha vivido la humanidad! Sí, no todo fueron tinieblas y barbarie. Hubo momentos históricos que propiciaron la construcción de sociedades más tolerantes y ricas, aunque más tarde, guerras, dictaduras y totalitarismos destruyeran los avances. Parece que estemos bajo el influjo de una maldición: la que impide que la prosperidad y el progreso dure más de medio siglo.
Nos preceden hombres y mujeres que influyeron en los movimientos abolicionistas de la esclavitud, del trabajo infantil y de la trata de mujeres. Personas que se comprometieron hasta la raíz, que perdieron vida y patrimonio en la lucha por el sufragio universal, por la mejora de las condiciones a sociedad más justa e igualitaria. Pensadores cuya defensa abarcaba la condición universal del ser humano.
Qué adorable y aleccionador leer hoy, desde este territorio en el que vivo, las palabras de Benjamín Constant. "Sea el ser humano salvaje o civilizado, posee la misma naturaleza, las mismas facultades originarias y la misma tendencia a emplearlas"
¿Qué quería significar Constant? Que la base del progreso humano descansa en el desarrollo de libertades y derechos que no distingue lugar de nacimiento o residencia, ni cualquier otra condición que no sea la naturaleza humana para ser reconocidos.
Hay que retomar esta pasión por el concepto de igualdad, contraria a la presunta desigualdad -y consiguiente desprecio- de quienes no pertenecen a determinada comunidad, lingüística, étnica, etcétera.
El principio de igualdad es el primer mandamiento humanista; el segundo, abolir la instrumentalización del otro. El uso de las personas para defender una idea abstracta, por ejemplo, una bandera, porque es intolerable sacrificar a la gente para la defensa de un símbolo, idea o ideología.
El amor es el valor más elevado de las sociedades humanas, escribió Constant: "Una palabra, una mirada o un apretón de manos siempre me ha parecido preferibles a toda razón y a todos los tronos de la tierra".
El amor -aprecio por el otro, afecto y respeto- es la energía principal entre las personas, pero también ha de alimentar la vida pública. Si rechazamos utilizar a las personas para fines particulares o generales, si no olvidamos que las instituciones políticas están al servicio de la gente, y no a la inversa, quizás la política deje de estar habitada por individuos infantiles, narcisistas que son capaces de cualquier cosa con tal de salirse con la suya.
Feliz otoño.
sábado, 2 de septiembre de 2017
La amiga escritora de mi amiga
The New yorker.Vintage-spirit. blogspot.com |
La amiga de una amiga es escritora. Ha escrito una novela autobiográfica que nadie ha leído todavía. Perdón, sí, la ha leído una editora, o eso afirma en su carta de rechazo. Por lo visto es imposible publicar la susodicha novela porque no encaja con los criterios de la editorial. La escritora amiga de mi amiga ha pasado un verano horroroso; con el calor que ha hecho, se pasó los días de julio y agosto en plena tiritera, debido a la rabia y la frustración que le provocó la falta de sensibilidad de la editorial.
La novela es una monada asegura mi amiga, aunque no la ha leído, pero pondría la mano en el fuego porque su amiga la escritora es súper simpática y el hecho relatado, cierto, además de una pura exhibición de ingenio literario y profundidad psicológica. Mi amiga me cuenta que conoce la trama al dedillo porque fue testigo del sucedido: una jubilada –su amiga- de setenta y cuatro años se enamora de un policía local de cuarenta y dos años. Es correspondida hasta la extenuación. Por si eso no fuera ya muy excitante y sobre todo, muy reivindicativo de la libre sexualidad de las mujeres ancianas, añade al argumento un elemento de complejidad político administrativo. Resulta que la protagonista conoció al policía cuando este depositaba una multa en el parabrisas de su coche. Por aparcar delante de una zona reservada a las autoridades: oiga señora, ¿es que no ha visto la señal?
De esa fortuita infracción, con posterior sanción económica,
surgió una relación pasional inaudita que convirtió al guardia en prevaricador –le
quitó la multa por amor-y a ella en una amante salvaje que en las horas libres escribe, y de pe a pa, todas las vicisitudes y detalles de sus encuentros íntimos. Según mi amiga, es
una novela erótica, política, romántica y social.
¿Qué cómo acaba? El policía
ha prosperado en el escalafón, es sargento y ella, desde el ascenso de su amado, aparca
donde le viene en gana. Con un argumento semejante, de absoluta actualidad, la editora, incomprensiblemente, remitió la siguiente
contestación:
“Recibimos su paquete
el lunes, así, como si nada, sin estar preparados. Algo aturdidos, abrimos la
caja y nos encontramos con este montón
de papel atado como un salchichón. Desconcertados, con manos temblorosas, nos apresuramos
a leer su manuscrito. Desde las primeras líneas su estilo nos dejó atontados. Cada página era como una bofetada que le
dan a uno en pleno rostro, fríamente y sin motivo. Visiblemente contrariados,
ninguno de nosotros ha tenido el valor de leer esta cosa hasta el final.
Trastornados, descompuestos, no hemos tenido más remedio que tirarlo a la
basura. Sí, ha entendido bien, lo hemos destruido. Dadas las circunstancias,
eran lo único razonable que se podía hacer. Su historia nos embistió como una
locomotora. Y eso, señora, no es normal. Por el bien de todos, haga el favor de
dejar de escribir antes de que esto acabe mal” *
“Recibimos su paquete
el lunes, así, como si nada, sin estar preparados. Algo aturdidos, abrimos la
caja y nos encontramos con este montón
de papel atado como un salchichón. Desconcertados, con manos temblorosas, nos apresuramos
a leer su manuscrito. Desde las primeras líneas su estilo nos dejó atontados. Cada página era como una bofetada que le
dan a uno en pleno rostro, fríamente y sin motivo. Visiblemente contrariados,
ninguno de nosotros ha tenido el valor de leer esta cosa hasta el final.
Trastornados, descompuestos, no hemos tenido más remedio que tirarlo a la
basura. Sí, ha entendido bien, lo hemos destruido. Dadas las circunstancias,
eran lo único razonable que se podía hacer. Su historia nos embistió como una
locomotora. Y eso, señora, no es normal. Por el bien de todos, haga el favor de
dejar de escribir antes de que esto acabe mal” *
El texto en cursiva pertenece a una de las cartas de
rechazo incluidas en el desternillante libro El arte de rechazar una novela, de
Camilien Roy. Es un libro aleccionador -y consolador- para
quienes pretenden que una editorial publique su primera novela. Curte porque recoge un
amplio catálogo de cartas de rechazo, de manera que al autor novel no le vendrá de nuevas la negativa; también hay alguna carta de felicitación porque esa primera novela, la gran novela, fue
enviada por error a un domicilio privado. Así que la familia disfrutó con la lectura y le pide al autor más manuscritos.
Muchas de las cartas son crueles, despreciativas y otras, correctas, amables, pero casi todas exhiben un tono reconocible para quienes hayan experimentado el no y son, en su mayoría, una ejercicio de sentido del humor que ayudará a pasar el trago con mejor ánimo.
viernes, 9 de junio de 2017
La muerte abolida
Una casualidad quiso que, de vuelta de un funeral, un libro que aún no había leído pasara por
delante de mi campo visual. Había sido arrinconado en una estantería y allí estaba,
a la espera de mi atención. Me acerqué a él sin verlo, como otras veces, pero
en esta ocasión, al dejar unas llaves en
un cuenco, lo vi de verdad: Cinco meditaciones sobre la muerte de François Cheng.
La muerte, de cerca, de lejos; de
alguien famoso o de quién nos parecía simpático o soso en vida, trae una cantinela repetida y convertida
en consolador aforismo. No somos nada. Tanto sufrimiento para qué. Vivamos el
presente y etcétera. De manera que,
vamos de un funeral a otro, sin conciencia de la muerte, siempre próxima.
El libro del poeta y traductor
François Chang, nacido en China en 1929, es
un punto de partida glorioso porque atiende
al goce de vivir de la mano de la muerte. Vida y muerte no son dos hechos
antagónicos aunque lo parezcan. Las cinco meditaciones las construye en torno a
su experiencia vital, alimentada por las dos tradiciones culturales de las que
es deudor, la china y la francesa.
Anjou Bible, Naple |
Su infancia y juventud pasaron
entre dos guerras. Se refiere a esa época con una mirada asombrada, pues creía
que moriría joven. El hambre y las enfermedades le debilitaron, pero también
consiguieron que apreciara la vida como un milagro insólito, digno de
disfrutar. Su primera poesía se deleita en un sorbo de agua limpia, en el cielo claro, en la fruta que sacia el hambre.
Reflexiona en voz alta y no lo hace para ensalzar la muerte, sino para
detenerse en ella, observarla y concluir que no es una fuerza negativa, al
contrario, es una invitación a la urgencia de vivir. Ignorarla es alimentar el
Mal, propiciarlo. Porque, asegura, la muerte, si está presente integrada en nuestra existencia, nos abre los ojos a la belleza incomprensible del
Universo y al respeto por la vida.
La cuarta meditación aborda la
esperanza de la muerte como acceso, puerta a otra existencia. ¿Es una creencia que surge de nuestro miedo a
la nada? Reflexiona sobre las tradiciones
religiosas, considera que ni siquiera el materialismo está libre del deseo de supervivencia
espiritual. Incluso Mao Zedong, en su lecho de muerte, se complacía en repetir: pronto veré a Marx.
Chang menciona varias anécdotas,
algunas referidas a la muerte de Keats y Shelley; la conexión mental del segundo con la
muerte del primero y el premonitorio poema de su propia muerte. Reconforta en especial la cuarta Meditación, por la nobleza con la que plantea, desde su
propia experiencia vital y no religiosa, la inmortalidad.
Concluye que los muertos que hemos querido en vida son invisibles, sí,
pero no están ausentes.
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