viernes, 3 de agosto de 2018

La ignorancia nos come


Opere 2008, Sabrina Mezzaqui, Museum Voorlinden, Wassenar

Leemos muy poco, incluso quienes se jactan de leer un par de libros semanales, o más aún, los que afirman leer un libro diario, leen una  minúscula porción de lo que se publica. 

Echemos cuentas, en España se publicaron  87.292 títulos en 2017, un poco más que en 2016 (81.391), según datos de ISBN. Los libros publicados en soporte digital en 2017 fueron 23.061 títulos.  En  el caso optimista de leer un título diario, 365  libros al año, tal cantidad es irrelevante, nos perdemos la mayor parte del conocimiento, diversión, aburrimiento o lo que fuere que nos pudiera provocar la lectura de esta biblioteca universal gigantesca.  

Los lectores empedernidos  tienen a su disposición el abrumador número  de 60 millones de títulos que se calcula  han sido publicados en el mundo desde el siglo XV, la mayor parte son hoy de dominio público. Significa que no requieren permiso para copiar y editar; colgarlos en la red tampoco crea problemas legales. Antes esta inmensidad de libros, se añade cada año un millón más de títulos publicados en todo el mundo.

Es una celebración  de la cultura, inabarcable para cualquier humano que no disponga de una mente  cibernética con posibilidades de leer a la velocidad de la luz.  El goce de la lectura, esa experiencia adictiva, liberadora y contagiosa,  es  imperecedero y está protegido por un horizonte renovado de misterios y maravillas. La perspectiva oceánica de palabras engarzadas que construyen  relatos  -que nunca leeré-  me provoca nostalgia de lo que ignoro.


Somos una especie grafómana, no conozco a nadie que no asegure que está por escribir –si no lo ha hecho ya- una novela, poemario, teoría filosófica,  social, científica y etcétera. El resultado es que la humanidad publica un libro cada medio minuto.


Pierre Mornet

Así que frente a estos datos no queda más que reconocer que hemos leído apenas nada, no llega a un miserable uno por ciento para los lectores más tenaces y  obsesivos.

Sin embargo, importa un bledo la cantidad de libros que leemos,  jamás alcanzaremos la plenitud cultural, con esta convicción podemos sacar mucho provecho de nuestra ignorancia libresca.  Lo hicieron otros con bibliotecas exiguas, o incluso sin apenas leer.  Sócrates desconfiaba de los libros, una invención que, según su opinión,  restaba recursos intelectuales para defender ideas sin la muleta de la palabra escrita. 

¡Conque a Sócrates no le gustaban los libros! Pues no, y  Séneca se lamentaba de que la inmensidad de libros en circulación disipaba el espíritu en vez de aclararlo. 

Creo que no les faltaba una parte de razón, leer poco o mucho importa menos que ser capaces de entender  y aprender de lo que vemos y sentimos, de la apreciación del mundo físico y  emocional  y de la interpretación mental que  damos a la realidad. 


Fuente: Los demasiados libros, Gabriel Zaid, 1972 (actualizado) 








8 comentarios:

  1. ¿Cuántas nuevas vidas de cuántos años de ser vividas y con la visión decente precisaríamos para acceder siquiera a una mínima parte de libros que aún apetecen, se publica, son interesantes y nos siguen descubriendo algo de la vida? Es un tema que me obsesiona. No dejan de editarse títulos. Cierto que a mi edad uno puede seleccionar con lupa lo que merece ser leído. Pero acecha también lo que debe uno releer. En parte porque si es autor extranjero hay ediciones muy bien traducidas ahora. En parte porque nuestra interpretación de un relato ha madurado por la edad y uno necesita ver de nuevo la belleza y el contenido de una obra. En fin, que leer se ha convertido en un círculo vicioso que si bien proporciona deleite y seguridad íntima -comprender la vida da seguridad a mi modo de ver, esa armonía entre racionalidad y mundo emocional íntimo que tratamos de hacer posible- está también machacando la vista. Y simplemente con descubrir a clásicos a los que apenas hemos hincado el diente ya es un triunfo.

    PD. ¿Cómo se me ha pasado a mí este ost, Amaltea? No me quiero extender más, es tema de tertulia de café. Un abrazo.

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  2. No creo que pudiéramos leer ni siquiera un tercio de lo que se publica todos los años, en el caso de vivir varios milenios, porque no solo somos entes lectores. Te recomiendo a Zaid, sé que te gustará, enfoca la lectura sin convertirla en sagrada y obligación para adquirir cultura. Y, desde luego, en estos tiempos el frenesí por la novedad mata el reposo y reflexión que exige comprender, sea un libro, una obra musical o una buena conversación.
    A ver si un día vienes por aquí y nos tomamos ese café.

    Abrazos

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  3. Hooola, ahora me entero de que andas por aquí. Bueno, lo cierto es que ando bastante desconectada y llegar con retraso me resulta familiar.
    Respecto a la cuestión que planteas, lo cierto es que siempre he empleado la lectura como forma de información, relax y en cierto modo evasión cuando no me gusta lo que me rodea.
    Durante la infancia la niña que fui necesitaba escaparse continuamente y aprender todo lo que pudiera abarcar deprisa deprisa y leía mucho. Después la actividad vital circunstancial me atropelló cuando percibí que mi destino era el del servicio ciego e inconsciente, pero instintivo. Cuando me quise recuperar me topé con la información astrológica y jugué con ella intensamente porque me ofrecía todo tipo de combinatoria imaginable en cuanto a personalidades y circunstancias así como el desarrollo de múltiples posibilidades, algo lógico en alguien inclinado de natural a la filosofía y la psicología.....por puro instinto, seguramente heredado . Hasta tal punto me influenció que consiguió saciar mi curiosidad acerca de la naturaleza humana. No discutiré certidumbres, solo se que a título personal me ha servido hasta el punto donde deseara llegar. Después de nuevo me volvió a atropellar el tren de la existencia y tuve que abandonar mis investigaciones aunque su estructura básica nunca me ha abandonado.
    Espero que hayas tenido un fructífero verano. Un abrazo.

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    1. Emejota, a quienes nos gusta indagar sobre la naturaleza humana y de las cosas, nada nos parece bastante. Por más que se critique la astrología, no deja de ser otro instrumento para llegar a una aproximación de quienes somos, hoy considerado un saber heterodoxo, pero en su momento tuvo una gran influencia social.
      Podemos decir que nada es ajeno para quién se interesa por el mundo en el que vive.
      Abrazos y doy gracias por la entrada -por fin-del otoño.

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  4. Como dice Douglas Glover, estamos inmersos en una sociedad "post-literacy" (o sea, "post-alfabetizada"): hay pocos analfabetos en la actualidad, pero no leen libros. Es más, nunca ha habido tanta gente que se jactase de no leer libros. Al mismo tiempo se escriben más libros que nunca. Contradicciones de nuestra era (digital).

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    1. Esa paradoja es asombrosa, queremos que nos lean, pero no leemos -o leemos poco- a los otros. Narcisismo literario que viene de la mano de una sociedad destinada a hacernos creer que nuestra vida es digna de atención universal.
      Casi todo el mundo escribe, lo celebro, será cuestión de poner un poco de interés por saber qué escribe la gente. Es una cuestión de elemental reciprocidad.
      Un abrazo

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  5. "Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible" esta divertida frase del torero Rafael Guerra viene a reflejar la imposibilidad de una lectura completa universal. Soy lector pero tampoco veo que haya que jactarse de ello ni priorizarlo en una escala cultural y elevar a sus oficiantes al título de "mejores individuos". Hitler era un lector compulsivo y eso no le evitó montar un holocausto. Por cierto, Hitler tampoco fumaba.

    Saludos.

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  6. Pues sí, toda la razón, no se puede leer todo, ni es una obligación la lectura sin freno, reconocerlo y no sacralizar a autores ni lecturas, en realidad creo que es lo más conveniente huir de mitificar, sea persona, animal, planta o cosa.

    Saludos y gracias por pasarte por aquí

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